jueves, 27 de junio de 2013

La súbita espiral de la procreación

Noche estrella. Vicent Van Gogh

Incomprensible, contemplábamos
el vacío mirar de los caballos.
Sin miedo
el campo se agrandaba en la corriente
de nuestro llanto ínfimo.
El ángel descendiendo
con el innumerable tigre del infortunio.
Pero nosotros
nada sabíamos
de los marchitos pétalos del cuerpo.
Nos olvidamos de la edad
y de toda la arena que el tiempo va dejando.

Giró el viento y fluyó la lujuria nocturna.
Por fin quedábamos desvanecidos.

Así el fulgor del cosmos,
el ensayo de los abismos, el sereno
ritmo de sus cauces,
como si redimiese todo el tiempo
a una humedad sin palabras; la muerte
que devuelve la vida, enalteciendo
la íntima belleza de la tierra.
La súbita espiral de la procreación.

martes, 4 de junio de 2013

Obediente a sus bestias

Caballos dibujados con trazos de manganeso. Arte prehistórico

Al otro lado de la puerta, la tierra se queda vacía.
Está el paisaje callado e incomprensible.
Sobre los campos, tu aliento
se esparce buscando la vida,
entre sus pliegues va
la salitrada esencia de tus pechos,
como aves blanquísimas, nieve
o estatuas vaporosas.
Ahora mismo me llega el sobresalto
de una pureza
que todavía no es contradicción,
y en ese trance
de tu resuello
parece abrirse el delicado borde
de las estrellas.
¡Ah… la vastedad de un espacio en llamas!
¡La herida de una idea fija, lo avieso de su ritual!

Quédate donde los pedazos del verano
ya no envejecen
y las almas arrostran una biga
de caballos embravecidos.
Cuerpos de amor,
obediente a sus bestias.