sábado, 28 de diciembre de 2013

3 estaciones no sólo surrealistas

Mujer en la playa. Antonio López.


I
Las raíces del hombre son de hierro oxidado,
de romances hambrientos,
de sienes ungidas de oro.
Raíces que sufren la sed con su cresta en llamas.
Raíces que abren el agua a los misterios de la tierra.
Raíces del pensamiento espontáneo, del tiempo nutriente
y comunal.

Las raíces de las montañas
son más flojas que las raíces de mis manos
que profundamente se hunden
en el pasado
donde germinan las raíces de tus nalgas.

II
Me distraigo sintiendo,
como decía Alberto Caeiro,
porque fue siempre mío el pensamiento
y su naturaleza sentimental. Siento la tarde
que se completa en una piedra sola
iluminada por un sol casi muerto.

En todas las tardes de mi vida
una calavera roja me contempla,
y me distraigo
pensándola sintiéndola
como un flor apagada.

Me distraigo en tu cintura ciega
echada sobre la blanca piedra
donde descansa el viento al mediodía.

III
En la desnudez mineral,
desde el cuarzo al llanto.
En el húmedo fulgor de una belleza oreada.
En la palpitante rosa de la tranquilidad.
En la carne vegetal de tus senos; en su fuego auxiliador.

En cada una de las playas
donde un piano
teclea lentamente
las eternas sonoridades de la arena.

Pero sobre todo
en los blanquísimos estambres de la luz
cuando su polen encinta tus ojos.

sábado, 14 de diciembre de 2013

2 + 25 tercetos

Haiku. José Mamuel Cabra

I
No nombrar,
no describir, sino inventar
la rosa en la palabra;

la palabra, que se sublima
en la poesía,
como la piedra en el epitafio.

II
Ya restituye
el primer cántico
todo el aire en litigio.

III
Fluye el vigor
hasta esfumarse
en las más altas flores.

IV
La semejanza
donde se asientan
los abismos del cuerpo.

V
Cuántos ojos
caben en una mirada,
cuántos en la red de la noche.

VI
Pájaros, flores, huellas,
cuerpos de la ausencia
que patean los caballos reflejados en el agua.

VII
Las horas van dejando
tigres blanquísimos
agazapados en la sombra.

VIII
Todo es gris y silencioso
como si hubiese llovido.
Este instante ya es pesadumbre.

IX
Esta es la hora
en que las aguas nacen,
cuando despacio te respiro.

X
Nadie se sorprendió
cuando más allá de la noche,
se escuchó agrietarse el cristal.

XI
Dentro de la rosa
donde el dios
se hace mujer.

XII
La transparencia
que como el humo
hace espuma en el cielo.

XIII
Las aves sueñan
al atardecer,
cuando pierden sus nombres.

IXV
Estos sonoros ríos recuerdan
aquellos años,
cuando la maravilla.

XV
Un día fui lo más bello,
la serpiente
amada por la hierba.

XVI
Cuando ella se fue
nos reunimos
bajo los pórticos cargados de sensualidad.

XVII
Es raro, pero
muchas veces la vida
se vacía en el mar.

XVIII
La pena, hacia su término,
tiene la dulzura del frío,
su oscura profundidad.

XIX
Alguien trazó la pena,
un fuego sobre el mundo.
Pero nosotros huimos sin ser destruidos.

XX
Entre tú y yo,
manteniéndonos,
el oxígeno que nos destruye.

XXI
Fuimos camino
y basura a medias.
Fuimos vida.

XXII
Un canto atravesó su corazón;
fascinada
quedó la alondra al caer.

XXIII
Blancas magnolias
adornan el perfume
de la miseria.

XXIV
Siempre los siglos
se inician a un infierno
de estirpes y de guerras.

XXV
Tierra, amor mío,
en ti reposan los hierros azules
de todas las batallas.

XXVI - Gernika
Contemplamos la tela
y mil señales
nos delataron.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Gimnopedia

La Danza. Henry Matisse

Quién puede soportar una noche de sangre sólida,
el alma destrozada
y los lobos que esperan.

Se precipita el sueño en la llanura,
se dispersa en la brisa como la fatiga en las manos.
No existen límites,
toda la muerte se diluye al alba,
las negras apariencias,
los imaginarios horrores.

Sube al llano del monte,
el primero que el Sol enciende
y baila para mí la Gimnopedia.
Te prefiero
poseída en la luz
que gozada por una noche carnívora.
Templa tus nervios,
salvaje e hirsuta como la piel de los escudos.
Es de opio el resuello
que embriaga tus ojos francos,
muy grandes, inundados de océano.
Ciñe al dios, apura el deseo,
ropas, curvas, muy largas,
el trazo del perfume pintando el aire;
una seda infiltrada del aroma
se repliega en mi pecho.

Baila,
quizá en nosotros se acreciente la paz.
Elévate,
quizá se encienda el firmamento en nuestras sienes
y logremos sentir el corazón de las estatuas.

Sube a conmemorar las cruces de tu juventud
mientras pasan los hombres,
mientras la tierra pasa
y me queda este goce
para el resto del pensamiento