lunes, 24 de marzo de 2014

Las páginas del agua

Agua. Gilles Aillaud.

Un relámpago oblicuo
cuya duración era exacta a la memoria;
las páginas de agua de tus años,
la puerta de la vida, la caída a lo visible,
los signos y las cifras, cuáles y cuántos son
los fuegos que se apagan,
lo sombra alzada
en la espuma de la ceniza.

La memoria, las páginas de agua de tus años
como charcos abandonados
que disipan gozo y miseria.
Muero cuando no puedo recordar el aire
difundido a la transparencia,
que de forma a carácter se destruye.

No corazón
sino sus tramos sucediéndose
en el tiempo de la serpiente interminable
ondulando la edad de sus anillos, la emergencia
de entender lo remoto
en el comienzo de un cuchillo o al final de un diámetro.
Lo indecible que envuelve la distancia inmediata
a un semblante cerrado.
Una avidez apresurada
como unos pechos que se llenan.
O la paz del castigo
al sol de todas las batallas.
Luego vendrá el espacio donde todo gira,
esparce y se fecunda
para que la eternidad ciña
tu semblante irreconocible.

miércoles, 12 de marzo de 2014

¿Me das tu palabra?

Primavera necrófila. Salvador Dalí

¿Me das tu palabra?
¿Por qué nunca me llega?
¿Me das tu palabra…
… Tu palabra, tu verso?
¿Me das tu verso?
¿Por qué nunca me llegan?

Tu palabra, tu verso
son la gran esperanza de lo vivo,
con sus radiantes hojas de frescas lágrimas
que en el agua refluyen
de la nada a lo uno.

Fíjate en las presencias,
en los fotosintéticos perfiles
que orgullosos se extienden en las flores,
como si fuesen templos
de la sensualidad.

Fíjate en las presencias,
en el vago instinto del viento,
en su fulgor horizontal
que nunca pasa y queda quieto
entre losas de piedra,
que son la conclusión del canto.
Su resplandor fosilizado reverbera
en la mirada rubia de la sombra.

Yo he venido a desclavar las manos
del embrión de las horas,
pues es normal que tú defiendas todo lo que pasa
y que el sol ilumina,
incluso las propicias arrugas de los perdedores,
todos sus plazos arrollados
en el desvaído
rojo del vértigo.
Por eso, dame tu palabra,
dame tu verso.
¿Por qué nunca me llegan?