sábado, 10 de diciembre de 2016

Como un sentimiento de blues

Cuadro de Versatis
Las muchachas de la verbena
con sus arcas de luna en la cabeza,
los delicados ojos
de los caballos del tiovivo,
la luz bruja de aquel recinto
entre las sombras de la noche.
Van cayendo estos vidrios rotos
en el vacío de mis recuerdos.
La realidad
no concibe las manos del pasado,
la microscópica evidencia
de que todo cuanto fue, es tangible.

Y qué será de lo que me quede de ti:
de la última voz, de la última luz,
del último sabor de tu piel caliente.
¿No duermes aún, amor mío? ¿Te abrazo?
Pienso en ti mientras observo la lluvia
escribiendo su rúbrica
en la tierra que llena mis ojos.
Acuérdate del esplendor,
de su insigne cadáver
que siempre nos espera
en el doblar de alguna esquina.

También pienso que solamente con pronunciarlas
aparecen la noche y sus teas negras. Nos cercan
las horas del remordimiento,
el rojo agonizante de las calles sagradas,
las montañas de sombra y el azafrán de la muerte.
el miedo
a la enredadera del alma y a sus ríos revueltos.

Todo tan personal
como un sentimiento de blues.


martes, 29 de noviembre de 2016

Como el atardecer inventa insectos



(Fotograma "El tercer hombre" de Carol Reed)

Entre la niebla
estaba la hojarasca de tus ojos
y en tus labios se deslizaban
los simulacros del lenguaje.
Te alejabas como una espiral en el polvo.
Después, yo inventaba el amor
como el atardecer inventa insectos.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Donde los años se espuman


 Fotografía de Xaime Oroza


A mi padre.

Un aullido del tiempo tras la ventana.

La persistente actividad de un ojo como un lago vivo,
contempla en la distancia inmarcesible
el aleteo del serrín cremoso en las mesas de mármol,
brazos, piernas, rostros de sombras
en los árboles de la plaza,
contempla
la lujuriosa espesura del monte,
cielos y hierba de inagotable color,
los cobres brillantes del mar y sus abejas de repente,

contempla
aquellas manos que se fueron
sin apenas solicitar en la caricia.

Dime, velocísima frente, y piel y labios
cuánto rojo buscasteis dentro de la tierra.
El ángel con su hierro curvo
nos llevará
a donde los años se espuman.

viernes, 14 de octubre de 2016

Las almas o los trapos


Ceremonia de Toro Nagashi en Japón
 Ceremonia de Toro Nagashi. Japón

Palabras como hierba, en aquel viento rojo.
Sí, palabras como la hierba
que germinaba
en la memoria de los fuegos fríos
y las espumas rancias.

Era el recuerdo de una crueldad
aguerrida en la hondura de la calima sorda.
Eran las almas
de hombres y mujeres, empapadas
como trapos flotando en la corriente,
pasados los ocultos puentes del tedio.

Después de las palabras o la hierba,
las almas o los trapos,
la crueldad o la niebla,
después de los puentes del tedio,
qué apertura.
Después del río o el mar,
qué movimiento,
la luz de qué astro,
y la sangre avanzando
por qué cauces.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Nada ha existido


 Rain Steam and Speed The Great Western Railway.  
William Turner

Tus manos acrecientan
todo lo que yo siento.
Todos los mares se hunden en ti.
Toda la tierra se alza a tu pecho.

Temblar afuera.
Temblar adentro.
Instante… Historia.
Tan lejanos los fuegos
de lo que se espera.

Abre la casa como el cuerpo,
que el viento la traspase;
la casa, el cuerpo, el fuego.
Que corra la sangre. Que todo
se desborde serenamente,
como las horas y los días,
como los tuétanos de la distancia.

Estos carbones,
estas estrellas
del vencimiento
están buscando un corazón
dentro del tuyo.

Dame la mano.
Se apaga la luz, el murmullo,
el aliento. Nada ha existido.

martes, 16 de agosto de 2016

Rejas



Entre los chopos pasa un ancho río
llevando todas las cosas del verano:
Las rejas que dividen la sumisión del día,
la pasión de fondo de un cuerpo
que calentó una piedra,
la sed de las horas vacías,
la manzana madura de la ausencia…

II
Sobre aquellas costas los árboles
estaban secos y los pájaros borrados.
A veces el mar traía otras tierras,
los murmullos de un barco que soñaba
y regiones con lluvia esculpida.

III
Dime de la flaqueza.
Háblame de nosotros mismos.
La vida es infinita, sólo seremos muertos
en la conciencia de los otros.

IV
Ya que no sabes
de la lasitud de las almas,
te descubriré el fuego
y su materia delirante.

V
Todos los días nacen seres
que pueden concebir
la geometría de una extraña paz.

martes, 2 de agosto de 2016

En los diamantes



En los diamantes
la materia descubre los fulgores de un sueño;
la fantasía fecunda la luz
de una playa que se retira,
o la piel tersa de un cuerpo sin nadie,
el truco cegador de lo visible.

En un diamante se destruye el agua
en el inicio de lo infinitamente poderoso,
cuando en un estallido todo se hace solar.

En los diamantes la materia descubre
la creación de un fondo de estrellas
con su lejanía ya muerta,
ese punto oscuro
donde las almas absorben sus desiertos.

En los diamantes
el mundo se prolonga en una música visible
y se hila el blanco en la cadena de las formas.
Aquí se abrevia la fuerza de un latido,
el pulso de una mano breve.

miércoles, 6 de julio de 2016

La montaña sobre los párpados

Desde Lugo, bajando los montes de “A gañidoira” se llega a Viveiro.

Centellea el silencio sobre un tiempo
trasnochado de caras, frío y sórdido;
podrido de años quietos que se olvidan
en la floja tiniebla de la altura.
El alma arcana del invierno
ha nacido esta vez con mucho espanto.
La hierba se arrincona.
Sueña el hongo agua y tierra pausada.
Despierta la montaña desafiante
a la errática alma de los potros,
a la tristeza de las vacas
y al denso planear de los miñatos.

Tarde o más lejos,
el fulgor verde de los bosques
azulea sobre las aguas
y enardece pequeñas lanchas quietas;
cavila gris el humo de los barcos;
atrapa en manos francas, enseres y aparejos,
cantos y resplandor de peces
que tal vez algún ahogado
pinceló, ocres, en Celeiro.
Toda esta impalpable nervadura,
izada por corrientes locas,
transborda el gusto a mar hasta el rocío de los pinos,
encandeciendo la mirada gris
de gentes y lugares, penados y otras sombras
―muchedumbre callada sin el rigor de los relojes;
flores raras, colores desplomados
de la montaña quieta sobre los párpados,
en el rumor de oro
de una mañana que se muere sola.

domingo, 19 de junio de 2016

Os álamos de Area



Area, praia, dunas, pinos e álamos

Os meus ollos abritan unha leira de acougo
aquí, nos álamos de Area,
mentres sinto morrer o mar.
É no bater costeiro onde a alma sucumbe.
Ah... as vizosas augas de fondas criadeiras!

Nesta quietude que respiro,
penetra en min o arcano dos insectos,
o aire maduro dun á,
a colleita nova da terra.

Alá ao lonxe os cumes do Vicedo
xiran a todo vento
o desatino dos muiños
aquí, moi preto, o varal
creba a súa luz de pau seco,
ceiba o ferreiro os seus filigranas no aire,
refulxen ao Sol os pedais no alto
a bicicleta, e detrás, ao fondo,
farfalla a escuma un remuíño excéntrico.

De súpeto, todo se aquieta.
Enmudece a prata dos álamos
ao cegador azul.

Silencio.

Hoxe, a mañá
discorreu a través de min,
e ollei doutra maneira.

Version en castellano:

Mis ojos abren un taller de aliento,
aquí, bajo los álamos de Area,
mientras siento morir al mar.
Es en el retumbar costero
donde mi alma se derrumba.
¡Ah… las fértiles aguas de profundas matrices!

En esta quietud que respiro,
penetra en mí el arcano de los insectos,
el aire maduro de un ala,
la cosecha reciente de la tierra.

Allá, lejanas, las cumbres de O Vicedo
giran a todo viento locuras de veleta,
aquí, muy cerca, la baranda
cruje su luz de palo seco,
un carbonero lanza al aire sus filigranas,
brillan al Sol los pedales en alto
la bicicleta, y detrás, al fondo,
balbucea la espuma un remolino excéntrico.

De repente, todo se aquieta.
Enmudece la plata de los álamos
al cegador azul.

Silencio.

Hoy, la mañana
ha fluido a través de mí,
y he mirado de otra manera.

viernes, 20 de mayo de 2016

La Insua



La Insua. Lobadiz. San Jorge. Ferrol

Es aquí donde rueda, por estos campos curvos,
imperecedera, mi infancia.

Se aquietan los colores,
los primitivos cielos,
cumpliendo la onomástica de la Insua y sus ruidos.

En la profundidad,
despierta la expresión saludable del tiempo
y se enciende doblándose
en Lobadiz, donde el aire se ensancha.

He separado espuma y tierra.
Desde el nivel de la camposa
está la distancia sin brújula,
y siempre el mar,
encorvado bajo las piedras,
reconstruyendo un mito de aromas instantáneos.

En algún sitio desnudado en mí
se despliega el candor de una ternura antigua.
Arde la exploración del ver
y germina de nuevo en un territorio
que solo es realidad en los paisajes esenciales.

No hay otra ilustración sino mirar
y apropiarse de todo, porque todo es en mí
espontáneamente.

Es difícil parir un paisaje,
por eso se concibe en madurez.
La madurez es árida.
Es un contorno cálido y explícito.
Su ocaso es penetrante y su acento más puro.

El paisaje se extingue en mí,
pero yo permanezco porque soy tiempo
y el tiempo vaga de un lugar a otro
sin darse cuenta.

lunes, 2 de mayo de 2016

The Lawrence Tree. Georgia O'Keeffe.


Descendí a un recóndito lago.
Eran robustas
las extremidades del agua;
sus cartílagos se hundían en mi vientre.

Lamido por el humo sólido de las profundidades,
hallé toda una estirpe de cuerpos ahogados;
la anemia de sus llagas palidecía
como la luz hinchada que atraviesa
los ojos de los perros viejos.
Sentía mucha angustia, como la que sienten las balas
antes de llegar a la carne,
y oriné largo
en la penumbra de la distorsión,
enjuagando la frialdad de aquellos muertos.
Es ávido el dolor que llora dulcemente.

Tuve que coronar la superficie
porque ya me enviciaba el moho amarronado
que me crecía
en el costado izquierdo del corazón,
donde los ruidos son insoportables.
A las afueras de los paisajes absolutos,
donde las más nubladas horas,
me detuve saboreando
sus creaciones enigmáticas,
con el temblor urgente y tartamudo
de dos pezones en las manos.
Así quería yo todos los exteriores:
Lujuriosos volúmenes
con la ilusión del viento en las velas marinas.
¿Habría de encubrir tamañas voluptuosidades?
Debería pensarlo, porque si no, tendría
a todos esos viejos cercándome
con sus ojos abiertos a la infinitud.

La carne
o más bien sus metales dulces
siempre quieren doblar la permanencia
para invertirla y celebrar la vida en la locura.

Así he crecido yo, en un revés de la razón.

martes, 26 de abril de 2016

Ese tigre imaginario

Le Bonheur de vivre. Matisse

Con un dulce perfume y cómplice alegría,
se concentra el calor
en la ruina de la materia,
simulando un cuerpo desnudo
hechizado en la llama
que implora en todas las maderas.

El canto se amordaza
mientras tu rostro pesa como un busto de plomo
abriéndose a los senos de una almohada infinita.
Deja que el preludio del aire
dibuje su propia ribera
y que la danza se deslice
en la bellísima
consagración de tus caderas.
Devuelve el agua a su venero,
a donde la sustancia no es enigma
y la pureza emerge
en un cauce recién despierto.

Yo siempre evoco
al animal que devoraba tu vientre.
Ocurrió en una hora extraviada,
en un espacio muy sutil
al fondo del espejo.
Allí crecen los pastos más jugosos
y vuela el pájaro espontáneo
que ve en el sueño despuntar
la razón, ese tigre imaginario.

viernes, 15 de abril de 2016

La casa de los otros

Casa junto a la vía del tren. Edward Hooper.



Siento como si fuese el porvenir de otro,
y todo lo que me es cercano
como pura especulación:
Contemplo, derramando el sol,
a esas muchachas alejándose
con dos astros que giran en sus pechos,
que los navíos que transitan
sus ojos, me abandonan como a un puerto en ruinas.

Siento como la realidad
solo excita los dedos que la tocan
mientras en el vacío del pensamiento
van cayendo cristales rotos.

Siento que todo lo que se aproxima
es sólo el hollín de los sueños,
la casa de los otros, el batán de la sombra,
el temblor de un alma que pasa.

También me llena de misterio
la fantasía de los tiempos idos,
los pigmentos, los signos de las gentes ya muertas
su interminable agitación
en las películas antiguas.

martes, 5 de abril de 2016

Así era el hastío

Sábana al viento


Como un cuerpo rozado
por caracoles de lentitud extrema,
así era el hastío
que brotaba de aquellas horas:
El continuo morir
de las olas en mar abierto,
el calor asediando
la extensión de una distancia postiza,
una sábana blanca sumisa al aire
rizando todo el tiempo que perder,
así era el hastío que se mostraba
sobre aquel fondo
de tigres nítidos.

martes, 1 de marzo de 2016

Romance del mediodía

Pinturas indias.

El mediodía es inmundicia
o demolición de lo visto.
La rigidez solar asfixia
el pulmón de algunas preguntas
y toda impugnación es tenue ceniza.
La insoportable nitidez,
como una ternura vacía,
separa sus dalias de piedra.

En esta latitud del movimiento,
la tierra embarazada desentraña las horas,
arrastra, concibe los cuerpos,
para habitarlo todo, traspasado el abismo.
En esta latitud del pensamiento
la serpiente exaspera
cuando la vida sueña su veneno,
y la condena crece
hacia abajo como crecen los muertos.
En estas latitudes, la nostalgia
también es el desprecio
—su ala inmóvil
contiene el aire entero.

sábado, 27 de febrero de 2016

Separamos un sueño

Sirena alada (Urbano Lugrís)

Separamos un sueño estimulante
donde el mar amplifica su vasto anonimato.
Fue un acontecimiento que apuró
una avidez melancólica.

Separamos un sueño delicioso
que era el fundamento del juego,
el del color de las bombillas nocturnas
requebrando las sombras
en la playa plata de luna.

Separamos un sueño conmovedor
que era la trama del cántico,
el de la ambición de los grillos
por colmar los campos eternos,
el del lamento de las fuentes
por el agua extraviada,
el de las calles espesando el eco
de los pasos ya idos.

Separamos la fragancia del sueño,
el de los establos abiertos
al cielo azul.
Sentíamos la lejanía del pensamiento,
su circunstancia inútil por el callado amor.
En cada ojo revelábamos
el charco limpio
de los recuerdos desbordados.

lunes, 1 de febrero de 2016

¿Recuerdas, Claire?




Fotos de Diego López


¿Recuerdas, Claire,
las garcetas picoteando el fango
en las marismas de Baldaio?
Tenían deslumbrantes gemas en los ojos.
Parecían un templo de blancura,
desequilibrando el vigor
con las desordenadas patas.

Los pájaros adquieren una voz
y una edad insondable, difícil de ubicar.
Su rebelión nunca enmudece,
y si no, acércate
siente cómo navegan en el aire
con todo su velamen desplegado,
comprueba que además del consuelo de su paso,
es impaciente la demora del regreso.

Y nunca olvides, Claire,
que en mí también,
como en los pájaros,
nada será infundado,

porque una vez desnudada la tierra
también se mudarán las rejas de mis huesos;
que ya fuera de mí, en ignoradas piedras,
me extenderé a tu lado,
en cualquier ruido de luz
o sombra,
en cualquier capilar de savia
o sangre,

porque a ti pertenecen
el linaje solar de la dulzura,
la distancia del oro respirado a la tarde,
los gallos de la madrugada,
y algo nocturno, todavía innombrado,
que tiembla en la flor de tu piel.

Porque incluso a ti pertenece la hartura del olvido,
ese universo en expansión
siempre a punto de recordar.

jueves, 28 de enero de 2016

El duelo de Corbain

Arena. Lola Maria Alfaro


Corbain miraba el vestido de Claire
que el oleaje había devuelto a la ribera,
pero el cuerpo no estaba;
disuelto rápidamente se perdió entre piedras y lodo;
se reintegró a su estrato correspondiente
como un detrito más del sueño geológico del planeta.

Ahora,
mucho tiempo después,
cuando el agua se evaporaba,
le parecía verla de nuevo
en esas formas caprichosas que las nubes moldean.
Sí, todo en ella fue apariencia,
siempre mostraba un cuerpo que al moverse
simulaba otros cuerpos y terrores imaginarios.

Revivía frecuentemente aquella escena imborrable
que idearon escudriñando en la perversidad:
Era en Sierra de Lobos.
Muy adentro del bosque,
la noche parecía enferma
y las parejas del amor yacían
pudriéndose en los cois y en las hamacas,
sus vientres sanguinolentos
destrozados por las alimañas nocturnas.

Durante aquella época Corbain fue muy dichoso;
recordaba que siempre que se besaban
ponían alfileres en los labios.
Ahora, sus lágrimas caían con un ruido ensordecedor
y sus manos parecían dos ataúdes de silencio.

Desde su desaparición,
fabricaba sus propios días o vivía en los ya idos,
que eran los más inesperados.

Y siempre solo, nunca se encontraba.
Tampoco lograba saldar
haber soñado la proporción más dulce de lo suyo,

eso que le pedía ser como la ofrenda de la lluvia,
por su invasión, la humedad acariciadora,
por su llama de vida, el inmanente trazo,
por el alimento de tierra interminable
con el que ella le entregaba el amor…
y sentía muy íntimamente la nieve de recuerdos
que los días escombraban en sus sienes,
ese halo de belleza que fulgura
cuando hasta las palabras sienten.

Aquella tarde, Corbain
recorría la orilla de la playa pensando en ella,
y veía como la traza de sus caderas,
siempre ciegas y balbucientes,
todavía quedaba esbozada en la arena.
La imagen de sus chanclas y sus gafas de sol tiradas en el suelo,
abría en él una sensación de abandono, quieto e irrecuperable.
Eran objetos vívidos
con un alma extraplana indiferente a la salvación eterna.
Entonces Corbain,
mirando al mar interminable, murmuraba despacio:

“Vengas con las raíces de la sed
o vengas con la tormenta mar adentro,
con la hierba del frío, o en las orillas de la sombra,
jamás la seda parda de la tierra
aliviará la herida de tu tiempo”.

jueves, 14 de enero de 2016

Van Gogh

Lirios. Van Gogh

Pretendió ver lo que la luz no ve,
las sustancias ensimismadas
y los lienzos del cántico,
los fragmentos de sí mismo
por fin magnificados.

Mientras las penetraba el humo
de una vieja creencia,
resplandeció la esencia de las formas,
por eso se hicieron metáfora.

Él zarpó río arriba, hacia las fuentes;
percibió la repetición de la tierra,
de sus lirios después del rojo,
de su saber inevitable.

Requiriendo la ausencia
como en una laguna imaginada,
su pensamiento se hizo espuma
o nieve,
para que un súbito color
sumara sus fortuitas magnitudes.

martes, 5 de enero de 2016

La mujer entrada, la mujer preludio

Desnudo acostado. Modigliani

La mujer entrada, la mujer preludio,
la gran mujer en la revelación del verde tronco,
del triunfo de la piel bañada en la saliva
y en la humareda del sudor.

Ojos y sienes fuertemente sensitivos,
su canto golpeaba el bosque,
vibrando las maderas de repente.
Su tormenta rompía el núcleo;
desviviendo la furia se invadía.
Vertida toda junta
se enamoraba del fulgor de las profundidades.
Los eléctricos dedos mimaban con candor
las flores blancas de los muslos,
la carne ardida a fuego lento.

Acaricié sus pechos
como a dos aves coloradas
o a los geranios de otro mundo,
y fue por eso que la amé
con la esencia que viene de lo otro.