miércoles, 9 de marzo de 2011

La vieja casa

*
A Teresa, mi hermana

Nos tocamos el humo de las manos,
y se endurece en un obelisco del gesto.

Está claro
que juntos pisaremos los astros de la acera,
esa luz que se aleja
hundiéndose en los charcos.
Está claro que es nuestra la memoria;
son nuestros los destinos contrariados,
pero también variados tránsitos
razonablemente felices.

La vieja casa nos espera abierta
sobre una mirada reciente.
Es ella quien nos mira.
Nosotros somos su espontánea trascendencia;
su efímera memoria,
quizá no transmisible.

No espero algún tesoro de los cuerpos que fueron.
Pero acuérdate,
nuestros nombres serán la luz
que desde aquí siempre fue nuestra.
Serán el mar con la sangre que lo conduce
a través de sus reverberaciones.

Sí, desde aquí
seremos nosotros mismos,
con una insistencia sonámbula.


J. J. M. Ferreiro

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