miércoles, 14 de octubre de 2015

Yo acarreo los mares del presente

B de Bass Rock. Roberto González Fernández

He llegado a este mundo
de un golpe desmedido;
cuando todo nacía de repente
y las leyes del átomo eran entropía orbital.

Lo afirmo muy rotundo:
Yo traigo la sabiduría y el peligro de los milenios;
toda su trampa se concentra en mí
aviesamente.

Yo acarreo el mar de las horas.
Mi sueño es la revelación:
un pájaro en la bruma me muestra sus entrañas
palpitantes de augurios —su luz de hebras idénticas.
Un latido primario me consume
como al lignito en fuego.
Se estremecen en mí las brújulas
donde giran las aguas de los días
—mis diamantes—
con la pesantez de una lluvia sin sentido
o un fragmento de música sangrada.

He desplegado el filo del labio comunal
en el sabor urgente
a máquina incendiada o a disparo en la nuca.
He aproximado su envés
al tacto consentido de una navajada en el ojo
—sí, esa del perro andaluz—
abriendo el cardenal de la memoria,
la ilícita expresión en el lado de la demencia.

Doy mi carta de azares a la ilusión de la diáspora,
sin redención alguna.
Doy esta vida al entusiasmo y a sus declives,
que de repente son despeñaderos.

Dos mareas ascienden, una detrás de otra.
Dos aguas y dos noches
en el advenimiento de la profundidad.
Dos aguas y dos noches
crean en mí el matorral humano
y la vulva de su consciencia.

La libre pérdida de Dios
es lo que yo propongo
—la llama de su número
ardiendo la emotividad.

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