Feliz 100 mil culos
Imantada de sangre,
su mirada se encandeció
abierta a la blancura.
Se prolongó
por el relincho de los huesos,
por el enigma cuántico
de tanta ubicuidad.
Se acrecentó
en su espontánea caída,
en lo sagrado de sus cuerdas balsámicas
y en sus escenas
para después de los sentidos.
Se dispersó
en el tacto lento y desnudo
debajo de la maravilla,
en la avidez del fango más imposible.
Y entonces fue un instante
irrebatiblemente sensorial,
el clímax de la concepción de un saxofón ardiente,
profundo y perverso,
a tenor del concepto sonoro de la carne
y de ese trasero mugidor
―eufonía carnosa del oleaje.
2 comentarios:
Bueno, muy bueno, sugerente y elocuente, Ferreiro... acompañado de una imagen acertadísima.
Salud
Julio G. Alonso
Gracias, querido amigo. Celebro que hayas disfrutado tanto de la imagen como de la palabra, que intentan hacerse carne sensual.
Un fuerte abrazo
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