Ritmo y armonía. Nicolás de Lekuona
Acaricio la hoguera de tu cuerpo,
y muy adentro
del vientre embarazado
siento cercanos
los mares primigenios.
Mientras los cromosomas se dividen,
se siente una voz en susurro:
―nosotros
somos los dioses.
La latitud nublada de las aguas
amortigua el clamor
y la vida se extiende
como una gran marea que arrastra
―sumisa y lúcida―
un rocío de círculos disímiles
―sueños de la retina, visiones en el amnios.
Una gran ala acoge a todos los misterios
en la proximidad de una distancia atroz y melancólica:
los nichos de la luz
donde vierten las brasas jóvenes.
Yo sé
que en ese ojo de las formas
laten encandecidas
las materias del ritmo.
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