sábado, 28 de diciembre de 2013

3 estaciones no sólo surrealistas

Mujer en la playa. Antonio López.


I
Las raíces del hombre son de hierro oxidado,
de romances hambrientos,
de sienes ungidas de oro.
Raíces que sufren la sed con su cresta en llamas.
Raíces que abren el agua a los misterios de la tierra.
Raíces del pensamiento espontáneo, del tiempo nutriente
y comunal.

Las raíces de las montañas
son más flojas que las raíces de mis manos
que profundamente se hunden
en el pasado
donde germinan las raíces de tus nalgas.

II
Me distraigo sintiendo,
como decía Alberto Caeiro,
porque fue siempre mío el pensamiento
y su naturaleza sentimental. Siento la tarde
que se completa en una piedra sola
iluminada por un sol casi muerto.

En todas las tardes de mi vida
una calavera roja me contempla,
y me distraigo
pensándola sintiéndola
como un flor apagada.

Me distraigo en tu cintura ciega
echada sobre la blanca piedra
donde descansa el viento al mediodía.

III
En la desnudez mineral,
desde el cuarzo al llanto.
En el húmedo fulgor de una belleza oreada.
En la palpitante rosa de la tranquilidad.
En la carne vegetal de tus senos; en su fuego auxiliador.

En cada una de las playas
donde un piano
teclea lentamente
las eternas sonoridades de la arena.

Pero sobre todo
en los blanquísimos estambres de la luz
cuando su polen encinta tus ojos.

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