Desnudo acostado. Amadeo Modigliani.
La esencia del sudor de una mujer desierta,
se queda para siempre, como la blanca edad
de los adolescentes; en su complicidad
hay algo que exaspera: una embriaguez incierta,
el denso aire en los ojos, esa piel boquiabierta.
Reluciente, preñado de arrojo y soledad
su vientre es la marea de la necesidad,
donde crece una voz que en un pulso despierta.
Ahora que mis brazos son su cuerpo y sendero,
su jungla turbulenta imagina y enciende
la estrella derrumbada en algún sumidero
de una espiral nocturna, que remontando asciende
al origen perdido de un ávido guerrero,
de su llaga de vida, del placer y su duende.
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