Alegoría del tiempo dominado por la prudencia. Tiziano
En el pecho del dios
entraban las miradas tristes de las mujeres.
Es todo lo que el padre
nos ofrecía:
La aflicción donde apuntalar
la médula de las montañas,
para ir arrostrando la tierra;
viviéndola, extraviándola.
No vigiles el mundo.
Quémalo lentamente a voluntad,
hasta el culto del esplendor
o los desastres de la pena.
Pena que corre el pensamiento
como la fiebre de una duda auxiliadora.
Parece inútil esta luz
en una vastedad
heladamente oscura.
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