miércoles, 20 de julio de 2011

La placenta de los amantes

Amantes con gato. Oskar Kokoschka.

En las entrañas de tu vientre titilan las tinieblas
mientras vamos sangrando el tiempo.
Un jardín de gaviotas pulsa el mar
y con sus alas va encrespando la espuma.
Miro y los huesos se abren, vuelan descoyuntados,
doblegándolo todo
como en un intento de cielo.

Con el lomo encorvado de la lluvia,
los jardines colgantes empalidecen la luz,
derraman la leche esencial que nutre los bosques impuros.
Estas vigas de azul ¿son luminarias del abismo?
¿son las anguilas del hechizo?
¿son las placentas del amante?
Todos los ciegos tienen cristales en las manos,
los ciegos y la cólera o la costumbre de los asesinos.
Tú, la ilegítima ascendencia,
la lengua que relame el miedo,
la substancia muda del odio,
la que apenas percibe los alambres del corazón
y nutre el embrión de todos los cobardes;
los diamantes han puesto candados en tus ojos,
pero yo te acercaré a la tierra en la señal del juramento
¡Que afloren ya las rosas en tus ojos!

Filtremos un fluido,
casi real,
del venero que esparce nuestro pequeño amor.
El despliegue de sus fragmentos será la memoria del agua.
Afinemos el brillo del sueño con tus manos blanquísimas,
con tus inquietos labios
que espumean la almohada como virgen que asciende.
La adorna,
la limpia,
la aroma un lirio como un dios dorado
que en la sombra se agranda
desde el fulgor de una ceniza microscópica.

Se retuerce el frío en mi cuerpo como si fuese una serpiente
como raíces de cometas subterráneos
―profunda vida en fuga.

Preciso urgentemente una línea excitada, un cable eléctrico,
el cuchillo que raja al inconsciente,
o ese fanal
que temblando en la noche
transpasa todo el mar;
esto sí que sería un amor penetrado,
el que la palabra conjure como una traición del hambre,
con eso ya me basta.

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