sábado, 23 de julio de 2011

Una saciedad de la persistencia

El artista y su modelo. Henri Matisse.

Te miraba en la saciedad de la persistencia
delirada en el oro que conduce la tarde,
como si fueses una dilatación extendida sobre la arena;
ese remedo de avidez
que se arraiga en todos los cuerpos.

Te miraba desde un espacio sin dimensión,
yermo e inconsciente
como el crujir de mandíbula del gran tiburón blanco.
Quizá es que la ambición reniega del horror
como el tormento reniega de los mares,
como reniega
la sangre de los ríos
y de los cuerpos en el puro llanto del calor;

dos lágrimas de humedad reflejando la luna,
dos perlas que chispean,
dos gotas de sudor
ululando
en tu carne encendida;
el humeante seno
que se extiende al pinar como un ropaje,
en el vapor sublime
de un instante
muy
lento.

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