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En la lentitud de la sangre
he braceado todo el miedo,
y también algo más:
las ruinas de un tiempo aún con brasas vivas
como la de esos harapientos
que tragan el polvo de los cañonazos.
Recuerdo aquella fiebre profunda
del paladar sin lengua.
Era un pavor en blanco y negro, agridulce,
intenso e irracional como la sombra de Nosferatu;
el ansia detrás de la luna,
apenas un páramo oculto.
Recuerdo cuerpos mutilados en la bruma
y voces superpuestas,
en un intento de entender la noche
como un crepúsculo cuajado en un animal salvaje.
Siempre, a tus espaldas,
hay ciertas luces que se mueren
como un fulgor que lo retiene todo.
En días venideros y extraordinarios
abogaré por la más diestra de las sombras,
la que persigue toda la carnicería de la palabra.
Nunca
es demasiado tarde
para que la sangre rebase
sus manantiales.
3 comentarios:
Sinceramente, Ferreiro, te creces sin renunciar a tu voz propia y personalísima con un estilo cada vez más depurado en el uso de los versos largos alternando, rítmicamente, con versos cortos. Me ha encantado el tema y la atmósfera creada en su torno.
Con un abrazo.
Salud
Gracias, querido amigo. Aunque no me quejo del número de visitas a mi blog, si no fuese por ti, estaría casi a cero de comentarios.
Un fuerte abrazo.
Extraordinario, buenísimo.
Tu poesía es original y tiene fuerza.
Un abrazo fuerte, amigo
Ana
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