EL HOMBRE INACABADO
Poemas de J. J. M. Ferreiro
domingo, 26 de noviembre de 2017
Suave es la noche
"La noche estrellada sobre el Ródano". Vicent Van Gogh
"Suave es la noche”
F. Scott Fitzgerald
No somos dueños de nuestras privadas dulzuras,
del deseo que tiembla
en la sombra, tan simple e intransferible.
Era suave la noche
en los labios abiertos de las ventanas.
Las estrellas lo chorreaban todo, hervían
en los muslos de las muchachas,
y, entre los floreados sahumerios de sus cuerpos,
transitaba el vacío de las distancias muertas.
En la piel de la sombra
las manos impacientan los cauces de la inundación.
miércoles, 30 de agosto de 2017
O mar de Lobadiz
Fotografía de Ramon Espelt
Pozos de luz dourada no mar de Lobadiz!
Atraveso un cilindro de auga;
o salitre embebe a miña pel
e cégame.
Séntense lentos murmurios de area.
Escintila o branco da escuma
na sen paralela das ondas.
Un lóstrego
fortalece o meu corpo
como na luminaria dunha alucinación.
Lánguidas como adolescentes pálidos,
devecen as estrelas sobre esta furia
onde o mar sempre espera,
sempre é condena,
onde, ela, a tarde, con máis beleza trema.
Lobadiz.- Lugar da costa de San Jorge (Ferrol)
Versión en castellano:
¡Pozos de luz dorada en los mares de Lobadiz!
Paso a través de un cilindro de agua;
el salitre embebe mi piel
y me deslumbra.
Se sienten lentos susurros de arena.
Fulgura el blanco de la espuma
en la sien paralela de las olas.
Un relámpago fortalece mi cuerpo
como en la luminaria de una alucinación.
Lánguidas como adolescentes pálidos,
descienden las estrellas sobre esta furia
donde el mar siempre espera,
siempre es condena,
donde, ella, la tarde, con más belleza se estremece.
lunes, 22 de mayo de 2017
Horses Latitudes
Horse latitudes. A. G. Walsh
*“Awkward instant
and the firs animal is jettisoned”
De "Horses latitudes" Jim Morrison.
Los galeones arrostraban,
mares abajo, las salvajes latitudes,
sus más brutales hervideros.
Los caballos enloquecían mirando
los hondos remolinos de la espuma
hasta sumirnos en la desdicha
de algún sentimiento meticuloso.
El cierzo huracanado
latigueaba nuestros pensamientos,
siempre esperando
a la arribada de los muelles.
¿Te acuerdas de la última singladura,
los caballos ahogándose en un mar delirante?
Veía sus cabezas
entre los picos de los cormoranes.
Había gestos de gran envergadura,
con los cuellos alzados sobre las encrespadas olas.
El miedo congelaba el aire.
De repente, el barco zozobró.
Los desencajados semblantes
de las bestias nos contemplaban
y detrás, en la altura, las astros se ofrecían
como una granada que sangra.
*"Complicado instante
y el primer animal es lanzado al mar"
jueves, 11 de mayo de 2017
La anguila imaginaria
La llave de los campos. René Magrite
El telón lentamente se levanta
y va mostrando el día.
Aparece la playa
soportando el azul desbordado,
enfatizando en el cristal del fondo
las casas blancas.
Una bandada de gaviotas pulsa el plato marino
y lo lejos, los promontorios,
tocados por el sol,
parecen diamantes oscuros.
El agudo silencio de la arena
y su brillo rasante
me producen una leve tristeza.
En esta inquieta paz,
interior, regresa a mí
aquel resol de la ventana
al mediodía, tras la cual estaba el pozo,
y al fondo, siempre dando vueltas,
una anguila imaginaria.
El telón lentamente se levanta
y va mostrando el día.
Aparece la playa
soportando el azul desbordado,
enfatizando en el cristal del fondo
las casas blancas.
Una bandada de gaviotas pulsa el plato marino
y lo lejos, los promontorios,
tocados por el sol,
parecen diamantes oscuros.
El agudo silencio de la arena
y su brillo rasante
me producen una leve tristeza.
En esta inquieta paz,
interior, regresa a mí
aquel resol de la ventana
al mediodía, tras la cual estaba el pozo,
y al fondo, siempre dando vueltas,
una anguila imaginaria.
viernes, 17 de marzo de 2017
Éramos todo
Imagen de Xaime Oroza
Raíz de la memoria.
Abandono de la presencia.
Galerías como palacios encallados,
de mármoles blanquísimos.
Caminos con frutas que chillan
en la mudez de sus colores.
Sed y hambre de concluir
en algún lugar de mí mismo.
Entre las rejas impalpables
del aire que sostiene estas visiones,
un parpadeo desprende las imágenes.
Nosotros,
de niños,
éramos ricos
porque éramos todo:
Éramos el alumbramiento de la casa y su azul,
Éramos el pinar y las hélices del calor,
los grandes bolos de granito,
los túneles, la playa
y el mar;
sí, también éramos el mar,
el misterioso mar adonde,
de vez en cuando,
subían los ahogados.
martes, 7 de marzo de 2017
Pulsación
Fotograma "Una odisea del espacio" Stanley Kubrick
En la materia que armoniza mi cuerpo
se pronuncian catorce mil millones de años.
Sucedió en la explosión atea
del big-bang prodigioso
que pulsa el ritmo de mi corazón
infatigablemente.
Se recicla en la fiebre de la luz,
desde el verde fulgor de una hoja innumerable
hasta la íntima degradación bacteriana.
Es esta la materia compartida,
un proyecto o designio
que consume las horas,
suplicando la persistencia
de un cuerpo deleznable
que nadie debería perdonar.
sábado, 18 de febrero de 2017
Poema I - espuma oscura
Las sombras arrostradas
en una angustia
a solas.
Toda el ansia vencida
a su debido tiempo.
Lo que hace huella o herida
es el asedio de la noche,
lo que ella alberga,
su espuma
oscura, su exquisita combustión.
Para siempre, tuyos serán
la inquietud y el humo, el cielo
que es el mar, que es el tiempo;
llamarada casi perpetua
que sin descanso te pronuncia.
Estarás pronto ante cualquier ruido,
ante cualquier olvido, porque ten la certeza
que la memoria suena, solo
el presente se aquieta.
sábado, 10 de diciembre de 2016
Como un sentimiento de blues
Cuadro de Versatis |
con sus arcas de luna en la cabeza,
los delicados ojos
de los caballos del tiovivo,
la luz bruja de aquel recinto
entre las sombras de la noche.
Van cayendo estos vidrios rotos
en el vacío de mis recuerdos.
La realidad
no concibe las manos del pasado,
la microscópica evidencia
de que todo cuanto fue, es tangible.
Y qué será de lo que me quede de ti:
de la última voz, de la última luz,
del último sabor de tu piel caliente.
¿No duermes aún, amor mío? ¿Te abrazo?
Pienso en ti mientras observo la lluvia
escribiendo su rúbrica
en la tierra que llena mis ojos.
Acuérdate del esplendor,
de su insigne cadáver
que siempre nos espera
en el doblar de alguna esquina.
También pienso que solamente con pronunciarlas
aparecen la noche y sus teas negras. Nos cercan
las horas del remordimiento,
el rojo agonizante de las calles sagradas,
las montañas de sombra y el azafrán de la muerte.
el miedo
a la enredadera del alma y a sus ríos revueltos.
Todo tan personal
como un sentimiento de blues.
martes, 29 de noviembre de 2016
Como el atardecer inventa insectos
lunes, 14 de noviembre de 2016
Donde los años se espuman
Fotografía de Xaime Oroza
A mi padre.
Un aullido del tiempo tras la ventana.
La persistente actividad de un ojo como un lago vivo,
contempla en la distancia inmarcesible
el aleteo del serrín cremoso en las mesas de mármol,
brazos, piernas, rostros de sombras
en los árboles de la plaza,
contempla
la lujuriosa espesura del monte,
cielos y hierba de inagotable color,
los cobres brillantes del mar y sus abejas de repente,
contempla
aquellas manos que se fueron
sin apenas solicitar en la caricia.
Dime, velocísima frente, y piel y labios
cuánto rojo buscasteis dentro de la tierra.
El ángel con su hierro curvo
nos llevará
a donde los años se espuman.
viernes, 14 de octubre de 2016
Las almas o los trapos
Ceremonia de Toro Nagashi. Japón
Palabras como hierba, en aquel viento rojo.
Sí, palabras como la hierba
que germinaba
en la memoria de los fuegos fríos
y las espumas rancias.
Era el recuerdo de una crueldad
aguerrida en la hondura de la calima sorda.
Eran las almas
de hombres y mujeres, empapadas
como trapos flotando en la corriente,
pasados los ocultos puentes del tedio.
Después de las palabras o la hierba,
las almas o los trapos,
la crueldad o la niebla,
después de los puentes del tedio,
qué apertura.
Después del río o el mar,
qué movimiento,
la luz de qué astro,
y la sangre avanzando
por qué cauces.
jueves, 1 de septiembre de 2016
Nada ha existido
Rain Steam and Speed The Great Western Railway.
William Turner
Tus manos acrecientan
todo lo que yo siento.
Todos los mares se hunden en ti.
Toda la tierra se alza a tu pecho.
Temblar afuera.
Temblar adentro.
Instante… Historia.
Tan lejanos los fuegos
de lo que se espera.
Abre la casa como el cuerpo,
que el viento la traspase;
la casa, el cuerpo, el fuego.
Que corra la sangre. Que todo
se desborde serenamente,
como las horas y los días,
como los tuétanos de la distancia.
Estos carbones,
estas estrellas
del vencimiento
están buscando un corazón
dentro del tuyo.
Dame la mano.
Se apaga la luz, el murmullo,
el aliento. Nada ha existido.
martes, 16 de agosto de 2016
Rejas
Entre los chopos pasa un ancho río
llevando todas las cosas del verano:
Las rejas que dividen la sumisión del día,
la pasión de fondo de un cuerpo
que calentó una piedra,
la sed de las horas vacías,
la manzana madura de la ausencia…
II
Sobre aquellas costas los árboles
estaban secos y los pájaros borrados.
A veces el mar traía otras tierras,
los murmullos de un barco que soñaba
y regiones con lluvia esculpida.
III
Dime de la flaqueza.
Háblame de nosotros mismos.
La vida es infinita, sólo seremos muertos
en la conciencia de los otros.
IV
Ya que no sabes
de la lasitud de las almas,
te descubriré el fuego
y su materia delirante.
V
Todos los días nacen seres
que pueden concebir
la geometría de una extraña paz.
martes, 2 de agosto de 2016
En los diamantes
En los diamantes
la materia descubre los fulgores de un sueño;
la fantasía fecunda la luz
de una playa que se retira,
o la piel tersa de un cuerpo sin nadie,
el truco cegador de lo visible.
En un diamante se destruye el agua
en el inicio de lo infinitamente poderoso,
cuando en un estallido todo se hace solar.
En los diamantes la materia descubre
la creación de un fondo de estrellas
con su lejanía ya muerta,
ese punto oscuro
donde las almas absorben sus desiertos.
En los diamantes
el mundo se prolonga en una música visible
y se hila el blanco en la cadena de las formas.
Aquí se abrevia la fuerza de un latido,
el pulso de una mano breve.
miércoles, 6 de julio de 2016
La montaña sobre los párpados
Desde Lugo, bajando los montes de “A gañidoira” se llega a Viveiro. |
Centellea el silencio sobre un tiempo
trasnochado de caras, frío y sórdido;
podrido de años quietos que se olvidan
en la floja tiniebla de la altura.
El alma arcana del invierno
ha nacido esta vez con mucho espanto.
La hierba se arrincona.
Sueña el hongo agua y tierra pausada.
Despierta la montaña desafiante
a la errática alma de los potros,
a la tristeza de las vacas
y al denso planear de los miñatos.
Tarde o más lejos,
el fulgor verde de los bosques
azulea sobre las aguas
y enardece pequeñas lanchas quietas;
cavila gris el humo de los barcos;
atrapa en manos francas, enseres y aparejos,
cantos y resplandor de peces
que tal vez algún ahogado
pinceló, ocres, en Celeiro.
Toda esta impalpable nervadura,
izada por corrientes locas,
transborda el gusto a mar hasta el rocío de los pinos,
encandeciendo la mirada gris
de gentes y lugares, penados y otras sombras
―muchedumbre callada sin el rigor de los relojes;
flores raras, colores desplomados
de la montaña quieta sobre los párpados,
en el rumor de oro
de una mañana que se muere sola.
domingo, 19 de junio de 2016
Os álamos de Area
Area, praia, dunas, pinos e álamos
Os meus ollos abritan unha leira de acougo
aquí, nos álamos de Area,
mentres sinto morrer o mar.
É no bater costeiro onde a alma sucumbe.
Ah... as vizosas augas de fondas criadeiras!
Nesta quietude que respiro,
penetra en min o arcano dos insectos,
o aire maduro dun á,
a colleita nova da terra.
Alá ao lonxe os cumes do Vicedo
xiran a todo vento
o desatino dos muiños
aquí, moi preto, o varal
creba a súa luz de pau seco,
ceiba o ferreiro os seus filigranas no aire,
refulxen ao Sol os pedais no alto
a bicicleta, e detrás, ao fondo,
farfalla a escuma un remuíño excéntrico.
De súpeto, todo se aquieta.
Enmudece a prata dos álamos
ao cegador azul.
Silencio.
Hoxe, a mañá
discorreu a través de min,
e ollei doutra maneira.
Version en castellano:
Mis ojos abren un taller de aliento,
aquí, bajo los álamos de Area,
mientras siento morir al mar.
Es en el retumbar costero
donde mi alma se derrumba.
¡Ah… las fértiles aguas de profundas matrices!
En esta quietud que respiro,
penetra en mí el arcano de los insectos,
el aire maduro de un ala,
la cosecha reciente de la tierra.
Allá, lejanas, las cumbres de O Vicedo
giran a todo viento locuras de veleta,
aquí, muy cerca, la baranda
cruje su luz de palo seco,
un carbonero lanza al aire sus filigranas,
brillan al Sol los pedales en alto
la bicicleta, y detrás, al fondo,
balbucea la espuma un remolino excéntrico.
De repente, todo se aquieta.
Enmudece la plata de los álamos
al cegador azul.
Silencio.
Hoy, la mañana
ha fluido a través de mí,
y he mirado de otra manera.
viernes, 20 de mayo de 2016
La Insua
La Insua. Lobadiz. San Jorge. Ferrol
Es aquí donde rueda, por estos campos curvos,
imperecedera, mi infancia.
Se aquietan los colores,
los primitivos cielos,
cumpliendo la onomástica de la Insua y sus ruidos.
En la profundidad,
despierta la expresión saludable del tiempo
y se enciende doblándose
en Lobadiz, donde el aire se ensancha.
He separado espuma y tierra.
Desde el nivel de la camposa
está la distancia sin brújula,
y siempre el mar,
encorvado bajo las piedras,
reconstruyendo un mito de aromas instantáneos.
En algún sitio desnudado en mí
se despliega el candor de una ternura antigua.
Arde la exploración del ver
y germina de nuevo en un territorio
que solo es realidad en los paisajes esenciales.
No hay otra ilustración sino mirar
y apropiarse de todo, porque todo es en mí
espontáneamente.
Es difícil parir un paisaje,
por eso se concibe en madurez.
La madurez es árida.
Es un contorno cálido y explícito.
Su ocaso es penetrante y su acento más puro.
El paisaje se extingue en mí,
pero yo permanezco porque soy tiempo
y el tiempo vaga de un lugar a otro
sin darse cuenta.
lunes, 2 de mayo de 2016
The Lawrence Tree. Georgia O'Keeffe. |
Descendí a un recóndito lago.
Eran robustas
las extremidades del agua;
sus cartílagos se hundían en mi vientre.
Lamido por el humo sólido de las profundidades,
hallé toda una estirpe de cuerpos ahogados;
la anemia de sus llagas palidecía
como la luz hinchada que atraviesa
los ojos de los perros viejos.
Sentía mucha angustia, como la que sienten las balas
antes de llegar a la carne,
y oriné largo
en la penumbra de la distorsión,
enjuagando la frialdad de aquellos muertos.
Es ávido el dolor que llora dulcemente.
Tuve que coronar la superficie
porque ya me enviciaba el moho amarronado
que me crecía
en el costado izquierdo del corazón,
donde los ruidos son insoportables.
A las afueras de los paisajes absolutos,
donde las más nubladas horas,
me detuve saboreando
sus creaciones enigmáticas,
con el temblor urgente y tartamudo
de dos pezones en las manos.
Así quería yo todos los exteriores:
Lujuriosos volúmenes
con la ilusión del viento en las velas marinas.
¿Habría de encubrir tamañas voluptuosidades?
Debería pensarlo, porque si no, tendría
a todos esos viejos cercándome
con sus ojos abiertos a la infinitud.
La carne
o más bien sus metales dulces
siempre quieren doblar la permanencia
para invertirla y celebrar la vida en la locura.
Así he crecido yo, en un revés de la razón.
martes, 26 de abril de 2016
Ese tigre imaginario
Le Bonheur de vivre. Matisse
Con un dulce perfume y cómplice alegría,
se concentra el calor
en la ruina de la materia,
simulando un cuerpo desnudo
hechizado en la llama
que implora en todas las maderas.
El canto se amordaza
mientras tu rostro pesa como un busto de plomo
abriéndose a los senos de una almohada infinita.
Deja que el preludio del aire
dibuje su propia ribera
y que la danza se deslice
en la bellísima
consagración de tus caderas.
Devuelve el agua a su venero,
a donde la sustancia no es enigma
y la pureza emerge
en un cauce recién despierto.
Yo siempre evoco
al animal que devoraba tu vientre.
Ocurrió en una hora extraviada,
en un espacio muy sutil
al fondo del espejo.
Allí crecen los pastos más jugosos
y vuela el pájaro espontáneo
que ve en el sueño despuntar
la razón, ese tigre imaginario.
Con un dulce perfume y cómplice alegría,
se concentra el calor
en la ruina de la materia,
simulando un cuerpo desnudo
hechizado en la llama
que implora en todas las maderas.
El canto se amordaza
mientras tu rostro pesa como un busto de plomo
abriéndose a los senos de una almohada infinita.
Deja que el preludio del aire
dibuje su propia ribera
y que la danza se deslice
en la bellísima
consagración de tus caderas.
Devuelve el agua a su venero,
a donde la sustancia no es enigma
y la pureza emerge
en un cauce recién despierto.
Yo siempre evoco
al animal que devoraba tu vientre.
Ocurrió en una hora extraviada,
en un espacio muy sutil
al fondo del espejo.
Allí crecen los pastos más jugosos
y vuela el pájaro espontáneo
que ve en el sueño despuntar
la razón, ese tigre imaginario.
viernes, 15 de abril de 2016
La casa de los otros
Casa junto a la vía del tren. Edward Hooper.
Siento como si fuese el porvenir de otro,
y todo lo que me es cercano
como pura especulación:
Contemplo, derramando el sol,
a esas muchachas alejándose
con dos astros que giran en sus pechos,
que los navíos que transitan
sus ojos, me abandonan como a un puerto en ruinas.
Siento como la realidad
solo excita los dedos que la tocan
mientras en el vacío del pensamiento
van cayendo cristales rotos.
Siento que todo lo que se aproxima
es sólo el hollín de los sueños,
la casa de los otros, el batán de la sombra,
el temblor de un alma que pasa.
También me llena de misterio
la fantasía de los tiempos idos,
los pigmentos, los signos de las gentes ya muertas
su interminable agitación
en las películas antiguas.
Siento como si fuese el porvenir de otro,
y todo lo que me es cercano
como pura especulación:
Contemplo, derramando el sol,
a esas muchachas alejándose
con dos astros que giran en sus pechos,
que los navíos que transitan
sus ojos, me abandonan como a un puerto en ruinas.
Siento como la realidad
solo excita los dedos que la tocan
mientras en el vacío del pensamiento
van cayendo cristales rotos.
Siento que todo lo que se aproxima
es sólo el hollín de los sueños,
la casa de los otros, el batán de la sombra,
el temblor de un alma que pasa.
También me llena de misterio
la fantasía de los tiempos idos,
los pigmentos, los signos de las gentes ya muertas
su interminable agitación
en las películas antiguas.
martes, 5 de abril de 2016
Así era el hastío
Sábana al viento |
Como un cuerpo rozado
por caracoles de lentitud extrema,
así era el hastío
que brotaba de aquellas horas:
El continuo morir
de las olas en mar abierto,
el calor asediando
la extensión de una distancia postiza,
una sábana blanca sumisa al aire
rizando todo el tiempo que perder,
así era el hastío que se mostraba
sobre aquel fondo
de tigres nítidos.
martes, 1 de marzo de 2016
Romance del mediodía
Pinturas indias. |
El mediodía es inmundicia
o demolición de lo visto.
La rigidez solar asfixia
el pulmón de algunas preguntas
y toda impugnación es tenue ceniza.
La insoportable nitidez,
como una ternura vacía,
separa sus dalias de piedra.
En esta latitud del movimiento,
la tierra embarazada desentraña las horas,
arrastra, concibe los cuerpos,
para habitarlo todo, traspasado el abismo.
En esta latitud del pensamiento
la serpiente exaspera
cuando la vida sueña su veneno,
y la condena crece
hacia abajo como crecen los muertos.
En estas latitudes, la nostalgia
también es el desprecio
—su ala inmóvil
contiene el aire entero.
sábado, 27 de febrero de 2016
Separamos un sueño
Sirena alada (Urbano Lugrís)
Separamos un sueño estimulante
donde el mar amplifica su vasto anonimato.
Fue un acontecimiento que apuró
una avidez melancólica.
Separamos un sueño delicioso
que era el fundamento del juego,
el del color de las bombillas nocturnas
requebrando las sombras
en la playa plata de luna.
Separamos un sueño conmovedor
que era la trama del cántico,
el de la ambición de los grillos
por colmar los campos eternos,
el del lamento de las fuentes
por el agua extraviada,
el de las calles espesando el eco
de los pasos ya idos.
Separamos la fragancia del sueño,
el de los establos abiertos
al cielo azul.
Sentíamos la lejanía del pensamiento,
su circunstancia inútil por el callado amor.
En cada ojo revelábamos
el charco limpio
de los recuerdos desbordados.
Separamos un sueño estimulante
donde el mar amplifica su vasto anonimato.
Fue un acontecimiento que apuró
una avidez melancólica.
Separamos un sueño delicioso
que era el fundamento del juego,
el del color de las bombillas nocturnas
requebrando las sombras
en la playa plata de luna.
Separamos un sueño conmovedor
que era la trama del cántico,
el de la ambición de los grillos
por colmar los campos eternos,
el del lamento de las fuentes
por el agua extraviada,
el de las calles espesando el eco
de los pasos ya idos.
Separamos la fragancia del sueño,
el de los establos abiertos
al cielo azul.
Sentíamos la lejanía del pensamiento,
su circunstancia inútil por el callado amor.
En cada ojo revelábamos
el charco limpio
de los recuerdos desbordados.
lunes, 1 de febrero de 2016
¿Recuerdas, Claire?
Fotos de Diego López
¿Recuerdas, Claire,
las garcetas picoteando el fango
en las marismas de Baldaio?
Tenían deslumbrantes gemas en los ojos.
Parecían un templo de blancura,
desequilibrando el vigor
con las desordenadas patas.
Los pájaros adquieren una voz
y una edad insondable, difícil de ubicar.
Su rebelión nunca enmudece,
y si no, acércate
siente cómo navegan en el aire
con todo su velamen desplegado,
comprueba que además del consuelo de su paso,
es impaciente la demora del regreso.
Y nunca olvides, Claire,
que en mí también,
como en los pájaros,
nada será infundado,
porque una vez desnudada la tierra
también se mudarán las rejas de mis huesos;
que ya fuera de mí, en ignoradas piedras,
me extenderé a tu lado,
en cualquier ruido de luz
o sombra,
en cualquier capilar de savia
o sangre,
porque a ti pertenecen
el linaje solar de la dulzura,
la distancia del oro respirado a la tarde,
los gallos de la madrugada,
y algo nocturno, todavía innombrado,
que tiembla en la flor de tu piel.
Porque incluso a ti pertenece la hartura del olvido,
ese universo en expansión
siempre a punto de recordar.
jueves, 28 de enero de 2016
El duelo de Corbain
Arena. Lola Maria Alfaro
Corbain miraba el vestido de Claire
que el oleaje había devuelto a la ribera,
pero el cuerpo no estaba;
disuelto rápidamente se perdió entre piedras y lodo;
se reintegró a su estrato correspondiente
como un detrito más del sueño geológico del planeta.
Ahora,
mucho tiempo después,
cuando el agua se evaporaba,
le parecía verla de nuevo
en esas formas caprichosas que las nubes moldean.
Sí, todo en ella fue apariencia,
siempre mostraba un cuerpo que al moverse
simulaba otros cuerpos y terrores imaginarios.
Revivía frecuentemente aquella escena imborrable
que idearon escudriñando en la perversidad:
Era en Sierra de Lobos.
Muy adentro del bosque,
la noche parecía enferma
y las parejas del amor yacían
pudriéndose en los cois y en las hamacas,
sus vientres sanguinolentos
destrozados por las alimañas nocturnas.
Durante aquella época Corbain fue muy dichoso;
recordaba que siempre que se besaban
ponían alfileres en los labios.
Ahora, sus lágrimas caían con un ruido ensordecedor
y sus manos parecían dos ataúdes de silencio.
Desde su desaparición,
fabricaba sus propios días o vivía en los ya idos,
que eran los más inesperados.
Y siempre solo, nunca se encontraba.
Tampoco lograba saldar
haber soñado la proporción más dulce de lo suyo,
eso que le pedía ser como la ofrenda de la lluvia,
por su invasión, la humedad acariciadora,
por su llama de vida, el inmanente trazo,
por el alimento de tierra interminable
con el que ella le entregaba el amor…
y sentía muy íntimamente la nieve de recuerdos
que los días escombraban en sus sienes,
ese halo de belleza que fulgura
cuando hasta las palabras sienten.
Aquella tarde, Corbain
recorría la orilla de la playa pensando en ella,
y veía como la traza de sus caderas,
siempre ciegas y balbucientes,
todavía quedaba esbozada en la arena.
La imagen de sus chanclas y sus gafas de sol tiradas en el suelo,
abría en él una sensación de abandono, quieto e irrecuperable.
Eran objetos vívidos
con un alma extraplana indiferente a la salvación eterna.
Entonces Corbain,
mirando al mar interminable, murmuraba despacio:
“Vengas con las raíces de la sed
o vengas con la tormenta mar adentro,
con la hierba del frío, o en las orillas de la sombra,
jamás la seda parda de la tierra
aliviará la herida de tu tiempo”.
Corbain miraba el vestido de Claire
que el oleaje había devuelto a la ribera,
pero el cuerpo no estaba;
disuelto rápidamente se perdió entre piedras y lodo;
se reintegró a su estrato correspondiente
como un detrito más del sueño geológico del planeta.
Ahora,
mucho tiempo después,
cuando el agua se evaporaba,
le parecía verla de nuevo
en esas formas caprichosas que las nubes moldean.
Sí, todo en ella fue apariencia,
siempre mostraba un cuerpo que al moverse
simulaba otros cuerpos y terrores imaginarios.
Revivía frecuentemente aquella escena imborrable
que idearon escudriñando en la perversidad:
Era en Sierra de Lobos.
Muy adentro del bosque,
la noche parecía enferma
y las parejas del amor yacían
pudriéndose en los cois y en las hamacas,
sus vientres sanguinolentos
destrozados por las alimañas nocturnas.
Durante aquella época Corbain fue muy dichoso;
recordaba que siempre que se besaban
ponían alfileres en los labios.
Ahora, sus lágrimas caían con un ruido ensordecedor
y sus manos parecían dos ataúdes de silencio.
Desde su desaparición,
fabricaba sus propios días o vivía en los ya idos,
que eran los más inesperados.
Y siempre solo, nunca se encontraba.
Tampoco lograba saldar
haber soñado la proporción más dulce de lo suyo,
eso que le pedía ser como la ofrenda de la lluvia,
por su invasión, la humedad acariciadora,
por su llama de vida, el inmanente trazo,
por el alimento de tierra interminable
con el que ella le entregaba el amor…
y sentía muy íntimamente la nieve de recuerdos
que los días escombraban en sus sienes,
ese halo de belleza que fulgura
cuando hasta las palabras sienten.
Aquella tarde, Corbain
recorría la orilla de la playa pensando en ella,
y veía como la traza de sus caderas,
siempre ciegas y balbucientes,
todavía quedaba esbozada en la arena.
La imagen de sus chanclas y sus gafas de sol tiradas en el suelo,
abría en él una sensación de abandono, quieto e irrecuperable.
Eran objetos vívidos
con un alma extraplana indiferente a la salvación eterna.
Entonces Corbain,
mirando al mar interminable, murmuraba despacio:
“Vengas con las raíces de la sed
o vengas con la tormenta mar adentro,
con la hierba del frío, o en las orillas de la sombra,
jamás la seda parda de la tierra
aliviará la herida de tu tiempo”.
jueves, 14 de enero de 2016
Van Gogh
Lirios. Van Gogh
Pretendió ver lo que la luz no ve,
las sustancias ensimismadas
y los lienzos del cántico,
los fragmentos de sí mismo
por fin magnificados.
Mientras las penetraba el humo
de una vieja creencia,
resplandeció la esencia de las formas,
por eso se hicieron metáfora.
Él zarpó río arriba, hacia las fuentes;
percibió la repetición de la tierra,
de sus lirios después del rojo,
de su saber inevitable.
Requiriendo la ausencia
como en una laguna imaginada,
su pensamiento se hizo espuma
o nieve,
para que un súbito color
sumara sus fortuitas magnitudes.
martes, 5 de enero de 2016
La mujer entrada, la mujer preludio
Desnudo acostado. Modigliani
La mujer entrada, la mujer preludio,
la gran mujer en la revelación del verde tronco,
del triunfo de la piel bañada en la saliva
y en la humareda del sudor.
Ojos y sienes fuertemente sensitivos,
su canto golpeaba el bosque,
vibrando las maderas de repente.
Su tormenta rompía el núcleo;
desviviendo la furia se invadía.
Vertida toda junta
se enamoraba del fulgor de las profundidades.
Los eléctricos dedos mimaban con candor
las flores blancas de los muslos,
la carne ardida a fuego lento.
Acaricié sus pechos
como a dos aves coloradas
o a los geranios de otro mundo,
y fue por eso que la amé
con la esencia que viene de lo otro.
La mujer entrada, la mujer preludio,
la gran mujer en la revelación del verde tronco,
del triunfo de la piel bañada en la saliva
y en la humareda del sudor.
Ojos y sienes fuertemente sensitivos,
su canto golpeaba el bosque,
vibrando las maderas de repente.
Su tormenta rompía el núcleo;
desviviendo la furia se invadía.
Vertida toda junta
se enamoraba del fulgor de las profundidades.
Los eléctricos dedos mimaban con candor
las flores blancas de los muslos,
la carne ardida a fuego lento.
Acaricié sus pechos
como a dos aves coloradas
o a los geranios de otro mundo,
y fue por eso que la amé
con la esencia que viene de lo otro.
viernes, 25 de diciembre de 2015
La noche en éxtasis
Noche estrellada
Llevaba en el cuello,
aherrojado,
todo el remordimiento,
y unas garras, pacíficamente,
me arrancaban la razón.
Le miraba los labios colmados de flores,
la suavizada piel recubriendo los campos,
encandecida, fulgurando los sedales de hierba.
Las palabras que pronunciaba
se izaban como pájaros
cuando el viento batía sus ruidos.
Ella pedía
unos mares con anchos pies
para establecer tránsitos
inabarcables.
Lilas para llorar la alucinación de los muertos.
Esperar de la tierra, esperar de las aguas
que fuese… que existiese.
En medio de los aullidos,
el desencajado semblante
al sur de la condena y sus consuelos trágicos.
Desenvainó el semblante
para rebanar con su filo
la nostalgia que la encumbraba
con una palidez lunática.
Después, sentados
al borde de una noche en éxtasis,
observamos todas aquellas lámparas encendidas.
Llevaba en el cuello,
aherrojado,
todo el remordimiento,
y unas garras, pacíficamente,
me arrancaban la razón.
Le miraba los labios colmados de flores,
la suavizada piel recubriendo los campos,
encandecida, fulgurando los sedales de hierba.
Las palabras que pronunciaba
se izaban como pájaros
cuando el viento batía sus ruidos.
Ella pedía
unos mares con anchos pies
para establecer tránsitos
inabarcables.
Lilas para llorar la alucinación de los muertos.
Esperar de la tierra, esperar de las aguas
que fuese… que existiese.
En medio de los aullidos,
el desencajado semblante
al sur de la condena y sus consuelos trágicos.
Desenvainó el semblante
para rebanar con su filo
la nostalgia que la encumbraba
con una palidez lunática.
Después, sentados
al borde de una noche en éxtasis,
observamos todas aquellas lámparas encendidas.
miércoles, 2 de diciembre de 2015
Era lo amargo
Holland Hotel. Richard Estes.
Miro la calle
mientras abre sus fauces húmedas.
El mobiliario urbano
hiede a viciadas memorias nocturnas;
aun así es tranquilizador
acechar el silencio
en espesores o cadencias separados
que huyen de la tensión inútil de la luz;
mirar en las esquinas
los sepulcros de claridad,
aun tibios,
como el escombro que depone
el rendimiento del amor.
Más allá del oprobio de las horas,
está el hambre contaminada
de los exánimes escaparates
−temblores que tantean las cosas y los cuerpos
en una ceremonia
que representa otra vida.
Ya nunca más seremos
esos residuos
ni cendales ardiendo
porque la noche no devuelve nada
ya que ni huesos tiene.
Es como un aire
muy denso y contagioso
que solo sirve
para después de los rituales.
Miro la calle
mientras abre sus fauces húmedas.
El mobiliario urbano
hiede a viciadas memorias nocturnas;
aun así es tranquilizador
acechar el silencio
en espesores o cadencias separados
que huyen de la tensión inútil de la luz;
mirar en las esquinas
los sepulcros de claridad,
aun tibios,
como el escombro que depone
el rendimiento del amor.
Más allá del oprobio de las horas,
está el hambre contaminada
de los exánimes escaparates
−temblores que tantean las cosas y los cuerpos
en una ceremonia
que representa otra vida.
Ya nunca más seremos
esos residuos
ni cendales ardiendo
porque la noche no devuelve nada
ya que ni huesos tiene.
Es como un aire
muy denso y contagioso
que solo sirve
para después de los rituales.
miércoles, 25 de noviembre de 2015
Corbain encendió la palabra.
Ocaso. Mónica Ardaiz.
Cuando agonizaba la tarde
Corbain encendió la palabra,
escribió: “Cada rayo que muere es un cuchillo
y mi casa está acuchillada,
está vertiendo
sus metales sagrados en declive hacia al mar".
Corbain sentía especial aquella tarde,
no sabía por qué, pero sentía
como un augurio de tragedias:
La luz amarga deslizándose
en la espectral ventana del estío,
el ocaso antiguo, lejano;
el viejo tigre dormitando
a los pies de la noche…
Sentía como si el ocaso fuese
la última imagen detenida
en la mirada de los muertos.
La tarde, el ocaso…la imagen
muerta pero existente.
La imagen lacia
donde nos vemos a nosotros mismos.
La imagen
que la memoria teme
como el agua a un vacío inmarcesible.
Cuando agonizaba la tarde
Corbain encendió la palabra,
escribió: “Cada rayo que muere es un cuchillo
y mi casa está acuchillada,
está vertiendo
sus metales sagrados en declive hacia al mar".
Corbain sentía especial aquella tarde,
no sabía por qué, pero sentía
como un augurio de tragedias:
La luz amarga deslizándose
en la espectral ventana del estío,
el ocaso antiguo, lejano;
el viejo tigre dormitando
a los pies de la noche…
Sentía como si el ocaso fuese
la última imagen detenida
en la mirada de los muertos.
La tarde, el ocaso…la imagen
muerta pero existente.
La imagen lacia
donde nos vemos a nosotros mismos.
La imagen
que la memoria teme
como el agua a un vacío inmarcesible.
jueves, 19 de noviembre de 2015
Na imaxe do amante
El sueño. Picasso
Na límpida imaxe do amante,
a terra sobe as túas senes,
á luz duns ollos
que esperan sempre.
E é un río a túa boca
e son escuma as túas costas,
e sempre levas os aloumiños engurrados,
e sempre afagas
os amores
que alentan as nádegas brancas.
A miña voz óese no vento
perdéndose ao fondo das augas
e ofrece os paxaros
—ese febre do esteiro—
os froitos teus
e os teus peitos cheos.
E que facer coa música e co ventre das nais,
cos caraveis
murchos nas miñas mans.
A choiva
sen ti
fáiseme insoportábel.
Versión en castellano
En la límpida imagen del amante,
la tierra
sube a tu frente,
a la luz de unos ojos
que esperan siempre.
Es un río tu boca
y un mar tu espalda,
y siempre llevas las caricias arrugadas,
y siempre alabas los amores
que excitan
las nalgas blancas.
Mi voz se oye en la brisa
perdiéndose al fondo del agua
y ofrenda a las aves
–ese aliento de la marisma–
los frutos tuyos y tus pechos llenos.
Y qué hacer con la música y con el vientre de las madres
con los claveles
marchitos en mis manos.
La lluvia
sin ti
se me hace insoportable.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
La estación y las horas de noviembre (con Julio González)
Q Train. Nigel Van Wieck
La estación de Noviembre
Desde la ventanilla,
después del tedio,
el sueño se concentra
donde asoman en lejanía,
negros y rastreros, tallos escuálidos.
El sueño, el tedio
y el campo seco
en la fe de lo inabarcable,
por fin abierto a los abismos de la ilusión.
Así, soñando a todos los hombres
en su más íntima apatía,
llego a la estación de noviembre.
Es bueno el dolor que se toca a simple vista.
Me gusta este fulgor de luz hermética,
cuando se espiralizan,
palpitando, las raíces vivaces
del corazón.
Las horas de Noviembre
Qué ensueños, noviembre, tu nombre evoca
en horas septentrionales hacia el invierno
o en amarillo austral pujantes las retamas
floreciendo.
Tienes sabor de tierra, noviembre,
y de camposanto el tacto frío;
pero la vida infatigable llama
a la puerta de los días
y descubre en los ojos
la extensión jovial de los colores.
Oscurece
al norte,
al norte
el frío en los relojes;
al sur se abre la luz en primavera
y mi corazón va y viene
entre oraciones,
peregrino de un tiempo
que jamás se detiene,
el tiempo
que pasa,
pasa
y vuela
vuela
y no vuelve.
González Alonso
Estos poemas están publicados en el Foro de Poesía de Editorial Alaire, pertenecientes a la serie "Las estaciones y las horas", de la cual, mi gran amigo y poeta Julio González y yo, hacemos una entrega cada mes.
domingo, 25 de octubre de 2015
Éramos todo
Playa de San Jorge. Ferrol
Escribo hipnosis
en el tiempo circular del recuerdo,
un horizonte donde el sol
aparece de nuevo,
detrás de un ramo que florece
sobre la tierra inanimada
y en el aire que junta estas alentadas visiones.
Entre las rejas impalpables hay un parpadeo
prendido en una imagen.
Raíz de la memoria.
Alumbramiento.
Abandono de la presencia.
Un vértigo alto, una nube sin espacio.
Galerías de astros como palacios encallados.
Mármoles blanquísimos.
Caminos con frutas que chillan
en la mudez de sus colores.
Las giratorias arrugas del calor.
Sed y hambre de concluir en algún lugar de mí mismo.
Nosotros,
de niños,
éramos ricos
porque éramos todo.
Éramos la casa y su hogar, la luz y su azul.
Éramos el pinar, los grandes bolos de granito,
los túneles, la playa, el mar,
sí, también éramos el mar,
el misterioso mar adonde,
de vez en cuando,
subían los ahogados.
miércoles, 14 de octubre de 2015
Yo acarreo los mares del presente
B de Bass Rock. Roberto González Fernández
He llegado a este mundo
de un golpe desmedido;
cuando todo nacía de repente
y las leyes del átomo eran entropía orbital.
Lo afirmo muy rotundo:
Yo traigo la sabiduría y el peligro de los milenios;
toda su trampa se concentra en mí
aviesamente.
Yo acarreo el mar de las horas.
Mi sueño es la revelación:
un pájaro en la bruma me muestra sus entrañas
palpitantes de augurios —su luz de hebras idénticas.
Un latido primario me consume
como al lignito en fuego.
Se estremecen en mí las brújulas
donde giran las aguas de los días
—mis diamantes—
con la pesantez de una lluvia sin sentido
o un fragmento de música sangrada.
He desplegado el filo del labio comunal
en el sabor urgente
a máquina incendiada o a disparo en la nuca.
He aproximado su envés
al tacto consentido de una navajada en el ojo
—sí, esa del perro andaluz—
abriendo el cardenal de la memoria,
la ilícita expresión en el lado de la demencia.
Doy mi carta de azares a la ilusión de la diáspora,
sin redención alguna.
Doy esta vida al entusiasmo y a sus declives,
que de repente son despeñaderos.
Dos mareas ascienden, una detrás de otra.
Dos aguas y dos noches
en el advenimiento de la profundidad.
Dos aguas y dos noches
crean en mí el matorral humano
y la vulva de su consciencia.
La libre pérdida de Dios
es lo que yo propongo
—la llama de su número
ardiendo la emotividad.
He llegado a este mundo
de un golpe desmedido;
cuando todo nacía de repente
y las leyes del átomo eran entropía orbital.
Lo afirmo muy rotundo:
Yo traigo la sabiduría y el peligro de los milenios;
toda su trampa se concentra en mí
aviesamente.
Yo acarreo el mar de las horas.
Mi sueño es la revelación:
un pájaro en la bruma me muestra sus entrañas
palpitantes de augurios —su luz de hebras idénticas.
Un latido primario me consume
como al lignito en fuego.
Se estremecen en mí las brújulas
donde giran las aguas de los días
—mis diamantes—
con la pesantez de una lluvia sin sentido
o un fragmento de música sangrada.
He desplegado el filo del labio comunal
en el sabor urgente
a máquina incendiada o a disparo en la nuca.
He aproximado su envés
al tacto consentido de una navajada en el ojo
—sí, esa del perro andaluz—
abriendo el cardenal de la memoria,
la ilícita expresión en el lado de la demencia.
Doy mi carta de azares a la ilusión de la diáspora,
sin redención alguna.
Doy esta vida al entusiasmo y a sus declives,
que de repente son despeñaderos.
Dos mareas ascienden, una detrás de otra.
Dos aguas y dos noches
en el advenimiento de la profundidad.
Dos aguas y dos noches
crean en mí el matorral humano
y la vulva de su consciencia.
La libre pérdida de Dios
es lo que yo propongo
—la llama de su número
ardiendo la emotividad.
viernes, 25 de septiembre de 2015
Muchacha en la ventana
Muchacha en la ventana. Salvador Dalí.
Mirando al rompeolas,
su espalda es la distancia
sin el cartílago del aire.
El aroma del frío es sólido;
se agrieta su acritud
al intentar asirlo con una mano al frente.
La providencia callada del rostro,
el aullido de la memoria,
la metalurgia de la eternidad,
se mueven en la droga de afluencia
que es el ocio marino;
el equilibrio que sugiere
una señal en el azul,
ese fulgor que me encadena
a la primera refracción,
el polvo donde la hermosura
simbólicamente
se expande entre sus nalgas planetarias.
La fragancia de la mirada
partiendo
de las ruinas de Troya al descanso de Ítaca.
Mirando al rompeolas,
su espalda es la distancia
sin el cartílago del aire.
El aroma del frío es sólido;
se agrieta su acritud
al intentar asirlo con una mano al frente.
La providencia callada del rostro,
el aullido de la memoria,
la metalurgia de la eternidad,
se mueven en la droga de afluencia
que es el ocio marino;
el equilibrio que sugiere
una señal en el azul,
ese fulgor que me encadena
a la primera refracción,
el polvo donde la hermosura
simbólicamente
se expande entre sus nalgas planetarias.
La fragancia de la mirada
partiendo
de las ruinas de Troya al descanso de Ítaca.
martes, 18 de agosto de 2015
El augurio de una vida
Albero habitado. Riccardo Schweizer
En lo más insondable de las charcas,
donde lo simple ajusta sus ensayos,
hay un agua fecunda
y un cielo vertical.
Ramos de algas
dejan allí sus jugos esenciales,
y siempre, al anochecer,
se hunde
algún pez transparente.
¿De qué sustancia se construye
el augurio de los mares?
En el sarmiento de la niebla
palpita un vino añejo
doblado
como un pensamiento de humo.
Tú desnudas las lágrimas
y destilas la tinta del amor que perfila los cuerpos.
¿De qué sustancia se construye
el augurio de la carne?
En el sosiego de los cementerios
la penumbra te descompone poco a poco
porque invariable
algún acorde de la muerte
se agarrota continuo en el silencio.
Tu corazón yace pálido como el platino.
¿De qué sustancia se construye
el augurio de una muerte?
Siempre pareces ascender
cuando soy uno en ti
en el más hondo sueño.
¿De qué sustancia se construye
el augurio de una vida?
En lo más insondable de las charcas,
donde lo simple ajusta sus ensayos,
hay un agua fecunda
y un cielo vertical.
Ramos de algas
dejan allí sus jugos esenciales,
y siempre, al anochecer,
se hunde
algún pez transparente.
¿De qué sustancia se construye
el augurio de los mares?
En el sarmiento de la niebla
palpita un vino añejo
doblado
como un pensamiento de humo.
Tú desnudas las lágrimas
y destilas la tinta del amor que perfila los cuerpos.
¿De qué sustancia se construye
el augurio de la carne?
En el sosiego de los cementerios
la penumbra te descompone poco a poco
porque invariable
algún acorde de la muerte
se agarrota continuo en el silencio.
Tu corazón yace pálido como el platino.
¿De qué sustancia se construye
el augurio de una muerte?
Siempre pareces ascender
cuando soy uno en ti
en el más hondo sueño.
¿De qué sustancia se construye
el augurio de una vida?
sábado, 25 de julio de 2015
Corbain en el banco de Loiba
Este banco, y el promontorio que continúa, está en Loiba (cerca de Ortigueira) al pie de un impresionante acantilado abierto a un mar infinito.
Divisando desde este acantilado
surco la misma singladura de todos los navíos
que al fondo de la tarde sangran.
Navego la misma derrota,
incendio el mismo miedo
y arrostro los mismos maderos de todos los barcos.
Confieso el mundo como si fuese un sueño:
La barbarie de un monte hundido y crucificado.
El néctar de una noche llena.
Todo el sentir partido ante el asombro de lo desconocido.
Llevo muchos años viviéndome
en un prodigio imprescindible,
con ruidos ensordecedores
que podéis escuchar observándome desde lejos,
cuando una vez devuelta la memoria,
se forma una tormenta de ceniza,
y lo otro
me nombra en un tiempo vacío,
pleno de sombra.
Las horas y sus cauces acabarán
como no acaba el polvo, como el agua nunca se acaba.
Divisando desde este acantilado
surco la misma singladura de todos los navíos
que al fondo de la tarde sangran.
Navego la misma derrota,
incendio el mismo miedo
y arrostro los mismos maderos de todos los barcos.
Confieso el mundo como si fuese un sueño:
La barbarie de un monte hundido y crucificado.
El néctar de una noche llena.
Todo el sentir partido ante el asombro de lo desconocido.
Llevo muchos años viviéndome
en un prodigio imprescindible,
con ruidos ensordecedores
que podéis escuchar observándome desde lejos,
cuando una vez devuelta la memoria,
se forma una tormenta de ceniza,
y lo otro
me nombra en un tiempo vacío,
pleno de sombra.
Las horas y sus cauces acabarán
como no acaba el polvo, como el agua nunca se acaba.
martes, 7 de julio de 2015
A ras de tierra
miércoles, 10 de junio de 2015
Sobre el cuadro "Sin título" de Miriam González
sábado, 23 de mayo de 2015
Corbain y los signos imaginarios
Corbain miraba aquellas nubes
que parecían la pintura para algún monumento,
tan bruñidas, tan negras,
desplomándose como cachalotes en los abismos celestes.
Río abajo, la montaña desierta, la tierra consagrada a sus huéspedes,
a los fuegos de sus bolsas de sol, de su oro y de sus corolas amarillas.
Corbain sentía la magnitud del azul
bajo el resuello del claror evanescente.
Era el tiempo de las promesas, de la esperanza como una hierba limpia
perpetuamente silenciosa,
Era el tiempo de las cruces inmaculadas levantando sus brazos cristalinos.
Como respuesta a la sucesión de la conquista solar
Corbain abrió la mente, las entrañas
donde crecían las imaginarios signos de un poema críptico y cerrado.
Allí iba soñando los ríos calientes, los fuegos secos, las espumas antiguas,
soñaba el tiempo agonizando su ira desinflada,
más cruel aun que la enérgica sangre de los gritos.
sábado, 16 de mayo de 2015
Reconstrucción (a partir del cuadro "Reconstrucción" de Miriam González)
Reconstrucción. Miriam González
Mi rostro empalidece
cuando veo girar
despacio
estos papeles blancos, esas cifras,
cuando miro hacia atrás
y todo arde.
Hablo del miedo
de alguien elegido al azar,
de una mujer que casi ha sido.
Hablo del miedo germinal
como una metástasis blanca
—los alambres en círculo
y el mundo en sí mismo encogido.
Pero seguro
tu corazón bombeará
toda la sangre de aquel dolor mínimo
y el bosque girará de azules enramado.
Mi rostro empalidece
cuando veo girar
despacio
estos papeles blancos, esas cifras,
cuando miro hacia atrás
y todo arde.
Hablo del miedo
de alguien elegido al azar,
de una mujer que casi ha sido.
Hablo del miedo germinal
como una metástasis blanca
—los alambres en círculo
y el mundo en sí mismo encogido.
Pero seguro
tu corazón bombeará
toda la sangre de aquel dolor mínimo
y el bosque girará de azules enramado.
miércoles, 29 de abril de 2015
Corbain y las aves sin límites
Aves en vuelo. Rosa Halloween
Entre las grietas del pinar,
Corbain miraba el vuelo de las aves
como pasos sin ruido.
Le parecía
como si en el mar de los cielos
se hundiese el azul y las brisas sin tiempo.
¿Cuál sería el sentido de este suceso en el mundo?
¿Podría explicar un poema
los gestos del color involuntario,
el sentido de estas criaturas
que sin límites se dispersan?
Corbain miraba la inquietud tras las aves.
Pensaba que todos los vuelos
desnudan algo trascendente,
que una gran ceremonia sería necesaria
para explicar las limaduras de un instante ya ido
pero aun apenas pronunciado.
Pensaba que en la voluptuosidad de sus versos
iba sedimentando una insólita efervescencia,
que el verdadero crimen
era no querer penetrar
los enigmas de la imaginación.
Que sí,
que inequívocamente habría pájaros sin límites,
allí donde quizá no sombrea la luz.
Entre las grietas del pinar,
Corbain miraba el vuelo de las aves
como pasos sin ruido.
Le parecía
como si en el mar de los cielos
se hundiese el azul y las brisas sin tiempo.
¿Cuál sería el sentido de este suceso en el mundo?
¿Podría explicar un poema
los gestos del color involuntario,
el sentido de estas criaturas
que sin límites se dispersan?
Corbain miraba la inquietud tras las aves.
Pensaba que todos los vuelos
desnudan algo trascendente,
que una gran ceremonia sería necesaria
para explicar las limaduras de un instante ya ido
pero aun apenas pronunciado.
Pensaba que en la voluptuosidad de sus versos
iba sedimentando una insólita efervescencia,
que el verdadero crimen
era no querer penetrar
los enigmas de la imaginación.
Que sí,
que inequívocamente habría pájaros sin límites,
allí donde quizá no sombrea la luz.
lunes, 13 de abril de 2015
No pulo da orixe
Cristais húmedos.
Foi alí mesmo á beira
do nacemento,
que me decatei dos ríos
vencidos e a luz en fuga.
Foi alí mesmo,
no amnio do sentir, no pulo
da orixe,
cando a historia non tiña
historia, e ao final da eternidade
só había cristais rotos
tintinando nun fulgor defectuoso.
Si, foi alí mesmo,
cando eu era o Sol.
Versión en castellano
Fue allí mismo, a la orilla del nacimiento,
que me di cuenta de los ríos
vencidos y la luz en fuga.
Fue allí mismo, en el amnios del sentir,
en el impulso del origen,
cuando la historia no tenía historia,
y al final de la eternidad
sólo había cristales rotos
tintineando
en un fulgor defectuoso.
Sí, fue allí mismo,
cuando yo era el Sol.
Foi alí mesmo á beira
do nacemento,
que me decatei dos ríos
vencidos e a luz en fuga.
Foi alí mesmo,
no amnio do sentir, no pulo
da orixe,
cando a historia non tiña
historia, e ao final da eternidade
só había cristais rotos
tintinando nun fulgor defectuoso.
Si, foi alí mesmo,
cando eu era o Sol.
Versión en castellano
Fue allí mismo, a la orilla del nacimiento,
que me di cuenta de los ríos
vencidos y la luz en fuga.
Fue allí mismo, en el amnios del sentir,
en el impulso del origen,
cuando la historia no tenía historia,
y al final de la eternidad
sólo había cristales rotos
tintineando
en un fulgor defectuoso.
Sí, fue allí mismo,
cuando yo era el Sol.
sábado, 4 de abril de 2015
La estación de Carril
La estación de Carril (Vilagarcía) inaguró el primer ferrocarril de Galicia
Despierto
y en el puro apretar de un sueño ruidoso
miro desde la ventanilla al mar
que aparece ante mí
como una realidad auxiliadora.
Estamos llegando a Carril
donde se desgajan
las más antiguas pieles
del humo ferroviario.
Obedientes, los ojos van sellando la tarde
y ensayan nubes que en mi distracción
son como la melancolía.
Espero que esta noche se empreñe de vida,
que los caminos de hierro eleven
sus paralelas de fulgor interminable.
Pienso en el tiempo y en los caminos,
infinitos caminos
que la memoria de los trenes
va devorando,
y que a las estaciones
principian y alimentan
con sus efímeras y anónimas formas.
No sé por qué me vienen a la mente
estos versos de William Carlos Williams:
“Una rosa es una rosa
y el poema lo iguala
si está bien hecho”;
especulando en ellos
le apunto a Williams:
“The rose poem is just a word;
una rosa, la otra rosa,
la sublime, la inigualable rosa
muere en nosotros
en cada camino consumado”.
Despierto
y en el puro apretar de un sueño ruidoso
miro desde la ventanilla al mar
que aparece ante mí
como una realidad auxiliadora.
Estamos llegando a Carril
donde se desgajan
las más antiguas pieles
del humo ferroviario.
Obedientes, los ojos van sellando la tarde
y ensayan nubes que en mi distracción
son como la melancolía.
Espero que esta noche se empreñe de vida,
que los caminos de hierro eleven
sus paralelas de fulgor interminable.
Pienso en el tiempo y en los caminos,
infinitos caminos
que la memoria de los trenes
va devorando,
y que a las estaciones
principian y alimentan
con sus efímeras y anónimas formas.
No sé por qué me vienen a la mente
estos versos de William Carlos Williams:
“Una rosa es una rosa
y el poema lo iguala
si está bien hecho”;
especulando en ellos
le apunto a Williams:
“The rose poem is just a word;
una rosa, la otra rosa,
la sublime, la inigualable rosa
muere en nosotros
en cada camino consumado”.
sábado, 14 de marzo de 2015
Cando as palabras senten
Miles de pequeñas flores tapizan el suelo del desierto más seco del mundo,
gracias al efecto de una improbable lluvia.
Pintura de Sepúlveda.
E sempre só, nunca me resolvo
na pronta luz do día
ou na postrema noite
da sombra.
Tampouco consiguo saldar
ter soñado a extensión máis doce
do teu.
iso que pide ser promesa na marmaña,
pola súa invasión,
a humidade acariciadora,
pola a súa chama de vida,
os seus indistinguíbeis trazos,
polo alimento
de terra interminabel
co que ti me entregas o amor...
a neve ou pluma dos recordos
que os días axuntan nas tempas,
o halo de beleza que fulgura
cando as palabras senten.
Versión en Castellano:
Y siempre solo, nunca me resuelvo
en la próxima luz del día
o en la tardía noche de la sombra.
Tampoco consigo saldar
haber soñado
la proporción más dulce de lo tuyo,
eso que pide ser la ofrenda de la lluvia,
por su invasión,
la humedad acariciadora,
por su llama de vida, el inmanente trazo,
por el alimento de tierra interminable
con el que tú me entregas el amor...
la nieve o pluma de recuerdos
que los días escombran en las sienes,
el halo de belleza que fulgura
cuando hasta las palabras sienten.
viernes, 6 de marzo de 2015
Lembra
Acantilado. Joaquín Risueño
Lembra a fragrancia dos piñeiros
naquel intre incendiado.
Acorda o agochado perfil
rendido ao sol;
o estalido dos croques,
os seus talos curvados ao pé dos cantís.
Lembra as túas cadeiras
trenzadas de astros mornos;
a calor de deriva
calando a pel
...o devezo das bocas.
Acordo eu
a augaforte do teu rostro;
é órbita dourada
o seu ruído na memoria.
Versión en castellano:
Recuerda la fragancia de los pinos
en aquel momento incendiado.
Recuerda el velado perfil
rendido al sol;
la explosión de las dedaleras,
sus corolas curvadas al pie de los cantiles.
Recuerda tu cintura
trenzada de astros tibios;
el calor de deriva
empapando la piel
...el ansia de las bocas.
Recuerdo yo
el aguafuerte de tu rostro;
es órbita de oro
su ruido en la memoria.
domingo, 1 de marzo de 2015
O murmurio do piñeiral
Fotografía: Pinar. Liki Fumei
O murmurio do piñeiral
asubía na ausencia
do outro, do que foi,
que xa non me lembro que era
e que se espalla
leve no aire.
Versión en castellano:
El rumor del pinar
silba en la ausencia de lo otro,
de lo que fue,
que ya no me acuerdo qué era
y que irradia leve en el aire.
O murmurio do piñeiral
asubía na ausencia
do outro, do que foi,
que xa non me lembro que era
e que se espalla
leve no aire.
Versión en castellano:
El rumor del pinar
silba en la ausencia de lo otro,
de lo que fue,
que ya no me acuerdo qué era
y que irradia leve en el aire.
lunes, 16 de febrero de 2015
Cando comecei a soñarche
El sueño. Franz Marc.
Cando te soño,
o mar sempre lourea e alóngase
nos ollos
dunha mirada chea.
Cando te soño
o espazo móvese dentro de min,
nun silandeiro río prateado.
E cando é máis ancha a luz,
a auga cristaliza en pedra rubia...
mentres as miñas mans
van dando a tua forma
a todo aquilo
que tocan.
Cando comecei a soñarche
foi no solpor que vin aquelas urnas
escintilando
nas tempas dos piñeiros.
Cando comecei a soñarche,
o canto era innumerábel…
Falo dos ventos quentes e sonoros
que se encarnaban nos cabalos
disparatados polo monte
cara aos acantilados escumosos.
Cando comecei a soñarche,
algo sagrado sucedeu...
coma se xerminase en nos
unha flor
moi antiga.
Versión en castellano
Cuando te sueño,
el mar siempre florece
y se alarga en los ojos
de una mirada llena.
Cuando te sueño
el espacio se mueve dentro de mí,
en una rumorosa corriente plateada,
y cuando es más ancha la luz
el agua cristaliza en piedra rubia…
mientras mis manos dan
tu forma
a todo lo que tocan.
Cuando te comencé a soñar
fue la tarde que vi
aquellas urnas reluciendo
en la enramada de los pinos.
Cuando te comencé a soñar,
el canto era innumerable.
Me refiero a los vientos sonoros y calientes
que se encarnaban en los caballos
disparatados por el monte
hacia los cantiles espumosos.
Cuando te comencé a soñar
algo sagrado sucedió…
Como si creciese en nosotros
una flor
muy antigua.
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