lunes, 28 de noviembre de 2011

El guerrero

El guerrero. Salvador Dalí

Hoy he muerto
y me acerco a la tierra recordando el presente;
la disciplina de la sombra es sereno equilibrio.
La zozobra de la nada impregna la lluvia,
la libertad de un corazón sin prisa,
como un barco paciente
ante el tedio oceánico.

Hoy he muerto
y ahora no recuerdo cosas para soñar.
Hay una tenue arena en el olvido,
donde residen todas las cosas fragmentarias:
el cuero de unos ojos,
espejos diluidos,
aves sin tránsito...
Aquí se abre el túnel;
la plomada del pensamiento atraviesa sus cauces
y cuelga la memoria su palabra ocelada;
su hálito se agita sin fulgor
...sus lánguidas ballenas
tragando el kril de los significados.

Hoy he muerto.
Qué aburrido este jueves por la tarde
en la eternidad de los signos
¿qué óxidos corroerán sus bronces?
Hoy he muerto.
Tardía, encumbrada en el delirio,
se desnuda la carne de sus huellas herméticas.

Duele esta pleamar de párpados abiertos.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Me llega fulminante aquel puñal



Beso Pajizo. Darío Villalva

Ha huido el tiempo sobre aquel relámpago:
el de tocarte con los dedos los labios.
Más tarde, en la fatiga,
advertimos la línea velada del espíritu.

Este existir agónico de la bomba del pecho.
Este frágil motor.
Un ruido tras otro en la caverna roja.
Movimientos, trasporte de fluidos,
permuta de nutrientes…
desechos metabólicos a combustión muy tibia.
Tengo ilusión en estos balbuceos
y en esas cosas de la sangre,
pero se extinguirá al fin
la dulzura del fruto que ocupa todo el pecho.
Germinarán otros aromas
Oscilará el oxígeno en otros alveolos.
La llave de la sed otra agua.

Dejamos la inexistencia sin memoria
y entramos de nuevo a ella hacia el olvido.

Me llega fulminante aquel puñal.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Casi, la rosa

la rosa

Socava la estación
—pudre la queja, la tiniebla y el coral melancólico.
Palpita una tierra en declive,
—un desierto de piel extrema.
Late y eso trasciende
para tener un mar soñando arena,
un cántaro de sangre y el fulgor en el cielo.
Pero el río tarda en volver
porque aún el agua es llama
y la sed una lengua seca.

Hace ya mucho tiempo,
cuando tú sonreías, ese río sudaba
y era el color
un estallido en el silencio.

—casi era, la rosa.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Geologías

Detalle de una erupción volcánica

Los continentes yacen de espaldas a nosotros,
su acontecer se agita en las profundidades.

Desde la claror
que lentamente deja la calima
cuando desaparece sobre el mar,

contemplo
esos toscos relieves de bisonte
que parecen fundar
el sueño milenario que el planeta revive,
los enigmas de piedra
que cifran en sus armazones

un relato esencial.

También veo agrietarse la montaña;
su sangre es una ofrenda,
un ígneo disfraz para curtir el rostro;

sus lágrimas son brasa
de ojos inflamados
que ven durante un parpadeo
para luego cegarse...
y morir.

La infinita delgadez de la luz


Escena del film "Un perro andaluz" de Luis Buñuel y Salvador Dalí.

Esa infinita delgadez de la luz,
estampido inminente de luz en el espejo
―mis ojos cierran dos grietas en la cara.

Luz que desangra luz
golpeada de muerte
―luz exangüe en la tarde,
escombro para siempre.

El pájaro se anuda a su color,
a su instante en el aire que fantasea un término
que no está, sólo es vigente en la retina
―pálpito de un cimiento fotográfico.

Ilusión extendida
por una tempestad que recorre el pasado
y al final sedimenta mítica en los recuerdos,
invertida en los sueños.

La eterna creación de luz urgente
―vasta, desperdiciada,
fija en la superficie matinal.
El claror del azul fulgura en el arenal blanco
―mis ojos cierran dos grietas en la cara.

La navaja tangente
en el esguince más profundo del ojo,
al que duele y excita de placeres y asombros.

Luz que desangra luz golpeada de muerte
―luz exangüe en la tarde,
ceniza para siempre.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Padre, que no ceda tu edad

Los atletas cósmicos. Salvador Dalí.

Ancorada, la carne duerme en un reposo frío:
el mar, la inquietud,
los golpes de la tempestad contra los vidrios.
tus ojos de nieve brillante
cuando los faros gimen la humedad del rocío.

−Padre, que no ceda tu edad,
nunca los años tienen
las longitudes invadidas
por los cuerpos que esparcen el sueño de la tierra.

Aquí, en el mar,
la costa se dilata en una piedra imaginaria
o en un silencio ahogado en el agua,
ese número que detiene la leva universal.

−Padre, tus horas inician la embocadura,
quizá alguien bajo desconocidas formas,
atraviese el paisaje
en una fuga íntima,
mar adentro, a golpes desmedidos,
buscando la cartografía absoluta
que fermentó tu corazón.

−Padre, tu polvo asciende
insaciable y se intuye exánime la esfinge
como un completo error.
Su instrumento pronuncia
la extinción de lo inadmisible.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Después de Muerte en Venecia


Escenas finales del film de Luchino Viscontide "Muerte en Venecia".

Está la playa ligeramente iluminada.
Las sombrillas sin viento.
Todo está intacto
y en esfumado balanceo, un barco en lejanía.
El silencio transmite un rostro al océano,
y alguien contempla
como se hincha en la sal su párpado de cobre,
como, en los labios de un muchacho,
desciende una burbuja germinando el oxígeno;
el deseo extravía el anís de la piel
y se endulza la música en su tez encarnada.

Pero también, lento e implacable
se abre un abismo en la tristeza de la arena.
Se abre la voz lastrada de la peste,
la peste
con sus dos manos lívidas
—esos lienzos esféricos al fondo de la muerte.

martes, 8 de noviembre de 2011

La estatua (soneto impuro)

La estatua silenciosa Ariana. Giorgio de Chirico

Estaba el templo en sombras aquel día,
cuando ella palpitando abrió los ojos
como si fuesen dos diamantes rojos,
una mirada intensa, enamorada y fría.

Eran de leche densa, blanco nube,
un delirio de mármol, gris impuro,
los pechos grandes, el semblante duro
de aquella estatua viva; ¡visión! que nunca tuve

Con mis manos quisiera templar el desatino
del crispado arrebato en el silencio yerto,
la alucinada gloria, el pulso repentino.

Preguntaré a la piedra si es el enigma cierto,
si encumbra lo sublime, si concibe un destino
cuando las horas cieguen su cristal más experto.