martes, 8 de noviembre de 2011

La estatua (soneto impuro)

La estatua silenciosa Ariana. Giorgio de Chirico

Estaba el templo en sombras aquel día,
cuando ella palpitando abrió los ojos
como si fuesen dos diamantes rojos,
una mirada intensa, enamorada y fría.

Eran de leche densa, blanco nube,
un delirio de mármol, gris impuro,
los pechos grandes, el semblante duro
de aquella estatua viva; ¡visión! que nunca tuve

Con mis manos quisiera templar el desatino
del crispado arrebato en el silencio yerto,
la alucinada gloria, el pulso repentino.

Preguntaré a la piedra si es el enigma cierto,
si encumbra lo sublime, si concibe un destino
cuando las horas cieguen su cristal más experto.

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