sábado, 9 de abril de 2011

Corbain en la campanada de los cuartos

Viaduct. Paul Delvaux

Corbain nacía
entre extrañas germinaciones:
crecimiento, descubrimiento,
conocimiento,
las imágenes nuevas, las nuevas cristalizaciones.

Tenía la mirada vertical
y un pie desnudo hundido en el sudor.
Con el dedo meñique cepilló
el desperdicio del tiempo aún caliente
que manchaba sus pantorrillas,
luego se puso el traje con la vida dentro,
y al descender las escaleras
su sombra se desvaneció
¡Era increíble! —se decía —
¡Mi sombra ha desaparecido!

Pero más tarde,
hacia la esquina izquierda de una calle vencida,
donde los bancales de fresas,
su sombra
germinaba de nuevo, tímida y soslayada,
sosteniendo un Sol casi vivo
arrebujado entre los brazos.

Muy lentamente
se iban ocultando todos los murmullos;
solo permanecía el de la tarde
al rozar las calles desiertas
y el de los pájaros posados en los cables
que siempre se reclinan al vacío
con el estruendo de una catarata.
Quedaron también ataúdes de inflexiones alcanforadas,
con olores plomizos y revueltos
por un aire tan aspirado
que parecía desaguar
los alientos atascados en las casas.

Fue entonces cuando, de repente,
la campanada de los cuartos
rompió el opaco cristal del día.

2 comentarios:

Julio dijo...

¡Qué excelente imagen, maestro Ferreiro, para acompañar no menos excelente poema! Los comentarios últimos que te han hecho en Alaire, merecidos y justos.
Salud

Nota.- Please... revisa el enlace con Lucernarios para que se abra la página.

Julio dijo...

He seguido ojeando tu cuaderno y me gusta mucho, tanto el contenido como el formato. Ya te he enlazado en Lucernarios por partida doble, de manera que, además del enlace general con los demás cuadernos, compartirás junto con P.Herrera un enlace que se actualizará cada vez que publiques algo nuevo. Espero que te guste; a mí me parece que este cuaderno tuyo merece ser tenido muy en cuenta.
Salud