miércoles, 25 de noviembre de 2015

Corbain encendió la palabra.

Ocaso. Mónica Ardaiz.

Cuando agonizaba la tarde
Corbain encendió la palabra,
escribió: “Cada rayo que muere es un cuchillo
y mi casa está acuchillada,
está vertiendo
sus metales sagrados en declive hacia al mar".

Corbain sentía especial aquella tarde,
no sabía por qué, pero sentía
como un augurio de tragedias:
La luz amarga deslizándose
en la espectral ventana del estío,
el ocaso antiguo, lejano;
el viejo tigre dormitando
a los pies de la noche…
Sentía como si el ocaso fuese
la última imagen detenida
en la mirada de los muertos.
La tarde, el ocaso…la imagen
muerta pero existente.
La imagen lacia
donde nos vemos a nosotros mismos.
La imagen
que la memoria teme
como el agua a un vacío inmarcesible.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Na imaxe do amante


El sueño. Picasso


Na límpida imaxe do amante,
a terra sobe as túas senes,
á luz duns ollos
que esperan sempre.

E é un río a túa boca
e son escuma as túas costas,
e sempre levas os aloumiños engurrados,
e sempre afagas
os amores
que alentan as nádegas brancas.

A miña voz óese no vento
perdéndose ao fondo das augas
e ofrece os paxaros
—ese febre do esteiro—
os froitos teus
e os teus peitos cheos.

E que facer coa música e co ventre das nais,
cos caraveis
murchos nas miñas mans.
A choiva
sen ti
fáiseme insoportábel.


Versión en castellano

En la límpida imagen del amante,
la tierra
sube a tu frente,
a la luz de unos ojos
que esperan siempre.

Es un río tu boca
y un mar tu espalda,
y siempre llevas las caricias arrugadas,
y siempre alabas los amores
que excitan
las nalgas blancas.

Mi voz se oye en la brisa
perdiéndose al fondo del agua
y ofrenda a las aves
–ese aliento de la marisma–
los frutos tuyos y tus pechos llenos.

Y qué hacer con la música y con el vientre de las madres
con los claveles
marchitos en mis manos.
La lluvia
sin ti
se me hace insoportable.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

La estación y las horas de noviembre (con Julio González)



Q Train. Nigel Van Wieck


La estación de Noviembre

Desde la ventanilla,
después del tedio,
el sueño se concentra
donde asoman en lejanía,
negros y rastreros, tallos escuálidos.
El sueño, el tedio
y el campo seco
en la fe de lo inabarcable,
por fin abierto a los abismos de la ilusión.
Así, soñando a todos los hombres
en su más íntima apatía,
llego a la estación de noviembre.
Es bueno el dolor que se toca a simple vista.
Me gusta este fulgor de luz hermética,
cuando se espiralizan,
palpitando, las raíces vivaces
del corazón.


Las horas de Noviembre

Qué ensueños, noviembre, tu nombre evoca
en horas septentrionales hacia el invierno
o en amarillo austral pujantes las retamas
floreciendo.

Tienes sabor de tierra, noviembre,
y de camposanto el tacto frío;
pero la vida infatigable llama
a la puerta de los días
y descubre en los ojos
la extensión jovial de los colores.

Oscurece
al norte,
al norte
el frío en los relojes;
al sur se abre la luz en primavera
y mi corazón va y viene
entre oraciones,
peregrino de un tiempo
que jamás se detiene,
el tiempo
que pasa,
pasa

y vuela

vuela

y no vuelve.


González Alonso


Estos poemas están publicados en el Foro de Poesía de Editorial Alaire, pertenecientes a la serie "Las estaciones y las horas", de la cual, mi gran amigo y poeta Julio González  y yo, hacemos una entrega cada mes.