lunes, 28 de mayo de 2012

3 estancias

Puesta de Sol en Ivry. Jean-Baptiste Armand Guillaumin

I
Entre la niebla,
estaba la hojarasca de tus ojos
y en tus labios se deslizaban
los simulacros del lenguaje.
Te alejabas al fondo de la luz
hasta quedar gris como un remolino de polvo.
Después, yo inventaba el amor
como el atardecer inventa insectos.

II
Nombra las cosas,
cólmalas de un principio.
Nombra los grandes fuegos del jardín,
las maderas inmóviles del río,
el aire líquido que arrastra el viento del porvenir,
el desesperado resuello de mis pulmones,
y el pozo desde donde asciendo
hacia la transparencia del sentir.

III
Todo el invierno en el centro vivo de la sombra,
como el maíz dormido en la luz del pasado.
El sol es un escombro,
la escoria que borra los pasos
a medida que el mundo cicatriza las llagas.
El pan de las verdades se ha hecho migas,
migas duras que ya no son pan.
Habrá que cocer otra realidad.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Las materias del ritmo


Ritmo y armonía. Nicolás de Lekuona

Acaricio la hoguera de tu cuerpo,
y muy adentro
del vientre embarazado
siento cercanos
los mares primigenios.

Mientras los cromosomas se dividen,
se siente una voz en susurro:

―nosotros
somos los dioses.

La latitud nublada de las aguas
amortigua el clamor
y la vida se extiende
como una gran marea que arrastra
―sumisa y lúcida―
un rocío de círculos disímiles
―sueños de la retina, visiones en el amnios.

Una gran ala acoge a todos los misterios
en la proximidad de una distancia atroz y melancólica:
los nichos de la luz
donde vierten las brasas jóvenes.

Yo sé
que en ese ojo de las formas
laten encandecidas
las materias del ritmo.

martes, 15 de mayo de 2012

Un león de oro

El rapto de Europa. Óscar Domínguez.

Sentí la cérvix del dolor
en su relincho a potro desollado;
el cuero de su corazón transubstanció mis hígados.

Luego acaricié un león de oro.
Restregué su melena
rugiendo la frescura de la noche.
Me dilaté en su largo sueño,
en su fragancia a espíritu solar.
Palpité en su piel rubia
y en su hermética sangre;
en su tiniebla de violencia
y de profunda lágrima.

Me incorporé a la vida,
a su estafa sin tregua.

viernes, 11 de mayo de 2012

La ciudad deletreada al fondo de la inquietud

Y desde el aire siento la cuadriculada emoción de mi ciudad.
Buenos Aires abajo, deletreada en la luz,
Cantada por los monótonos motores del avión"
de "VISTA AÉREA" (Marcos Ricardo Barnatán)


La ciudad
deletreada al fondo de la inquietud
como un monótono resplandor,

algo más que una vida o que un naufragio
sin un dolor al que aferrarse
y arder en un momento
suspendido
como en una pira funeraria.

Así es como germinó aquel impulso,
el tesoro de muchos años sin dueño.
Surgió de la contemplación arrodillada de las calles,
de las largas miradas calientes como disparos que intuyen la pureza,
cuya percepción era un giro que perdía el blanco,
musitando la transformación de lo visible,
la ofrenda de un paisaje limitado,
un corazón de agua fría;
para mí, un hermosísimo fuego
ya ido,
una llama sola que arde oscura.

La ciudad engendró el sexo de oro,
los instantes sometidos a placeres impensables.
Casi todo estaba ahí,
incluso la vil certidumbre de los estrategas.

Pero maldices porque todavía estás a la espera,
porque aún queda alguna vibración de perdedores,
algunas piedras en la memoria del origen
y quedan también algunas preguntas.

De boca en boca,
los rótulos salvajes de la inmensidad
¿De qué animal presentido
eres tú la perpetua imagen?

domingo, 6 de mayo de 2012

No quiero la tierra consagrada

La vasta noche. Eduardo Úrculo

En la frontera de tu respiración
se hienden
las delicadas cimas del aire,
el altar
del primer pájaro nevado.
Yo aproximo el aliento avanzando la boca,
abriéndose a otro aliento más puro.
Pero no quiero
la tierra consagrada, la quiero profanada
por tus líquenes rojos y por tus pies ligeros.

El día deja huellas blancas en tu frente,
las hojas
de un tiempo todavía vivo,
lo que no cesa y las palabras buscan.
¿Cómo beber
el aceite del rostro que se asombra a mi lado,
que clarea y despunta,
anegados los párpados de memoria excesiva?
¿Cómo llegar
a las islas de la intemperie
donde las aguas dan forma a los sueños?

Olvídame,
fulgor de la cegada orilla,
tráeme el recuerdo,
o la forma de aquella idea
dormida en un muchacho.
Yo sólo tengo la memoria del destierro;
me es inasible la memoria de los otros.
Pero muchas veces
palpamos frutos delicados,
alas que apenas nos rozan,
accedemos sin temor a los más recónditos abismos,
donde ningún dios es capaz de contener a un solo hombre.