Desnudo acostado. Amadeo Modigliani.
La esencia del sudor de una mujer desierta,
se queda para siempre, como la blanca edad
de los adolescentes; en su complicidad
hay algo que exaspera: una embriaguez incierta,
el denso aire en los ojos, esa piel boquiabierta.
Reluciente, preñado de arrojo y soledad
su vientre es la marea de la necesidad,
donde crece una voz que en un pulso despierta.
Ahora que mis brazos son su cuerpo y sendero,
su jungla turbulenta imagina y enciende
la estrella derrumbada en algún sumidero
de una espiral nocturna, que remontando asciende
al origen perdido de un ávido guerrero,
de su llaga de vida, del placer y su duende.
sábado, 29 de noviembre de 2014
martes, 18 de noviembre de 2014
Como la fiebre de una duda auxiliadora
Alegoría del tiempo dominado por la prudencia. Tiziano
En el pecho del dios
entraban las miradas tristes de las mujeres.
Es todo lo que el padre
nos ofrecía:
La aflicción donde apuntalar
la médula de las montañas,
para ir arrostrando la tierra;
viviéndola, extraviándola.
No vigiles el mundo.
Quémalo lentamente a voluntad,
hasta el culto del esplendor
o los desastres de la pena.
Pena que corre el pensamiento
como la fiebre de una duda auxiliadora.
Parece inútil esta luz
en una vastedad
heladamente oscura.
En el pecho del dios
entraban las miradas tristes de las mujeres.
Es todo lo que el padre
nos ofrecía:
La aflicción donde apuntalar
la médula de las montañas,
para ir arrostrando la tierra;
viviéndola, extraviándola.
No vigiles el mundo.
Quémalo lentamente a voluntad,
hasta el culto del esplendor
o los desastres de la pena.
Pena que corre el pensamiento
como la fiebre de una duda auxiliadora.
Parece inútil esta luz
en una vastedad
heladamente oscura.
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