domingo, 30 de octubre de 2011

Basalto solar

Desnudo. Pére Pruna.

Acaricio la hoguera de tu cuerpo
y adentro de tu vientre embarazado
escucho muy remotos los mares primigenios;
mientras los cromosomas se dividen,
ronda su voz en un susurro:

―nosotros germinamos a los dioses.

La latitud nublada de las aguas
amortigua el clamor
y la vida se extiende
como una gran cortina roja,
donde la mirada gotea ―sumisa y lúcida―
un rocío de círculos disímiles
―cosas de la retina, fábulas,
sueños de la materia.
Una gran ala acoge a todos los misterios
en la proximidad de una distancia
atroz y melancólica:
los nichos de la luz
donde vierten las brasas jóvenes.

Yo sé que en ese ojo de las formas
se expande el muérdago
y yace encandecido el basalto solar
del mineral impuro.

viernes, 28 de octubre de 2011

Las campanas siempre doblan por los vivos

Abrazo de dos ausentes. Eduardo Naranjo

Desde hace tiempo inmemorial
las campanas siempre doblan por los vivos;
los sonidos relatan
la íntima congoja
de una emoción reconstruida
en una mano alta, yerma,
que se abre al azul
exactamente
con la rotundidad arrasadora de un tren de cara.

Desde hace tiempo inmemorial
tengo un labio insaciable
con algunas salivas que otros labios no gozan.
labio que envuelve al mundo
con una precisión que admiro.
Tengo algo interior que anularía cualquier tipo de desastre.

Y sé que sufriré por los campos temblando,
por los montes amurallados más allá del destino.
La conciencia me arrastra con enormes timbales sonando
con cegadores brillos rompiendo.
Los costillares de las olas
convergen sobre peces vagabundos,
sobre la cruz marina
que soporta la trivial carga del porvenir.
Pero mi discutida cabeza resistirá la pérdida.
Resistirá la contrición de una fuga
que haya llegado a su última floración.

Después, de nuevo el Sol
progresará sobre los patios
con esa sonrisa cansada, lenta,
que se empeña en la fe de las calles.

De nuevo, llegará el verano y traerá el mismo aire.
La misma admiración forzosa
implantará los mismo itinerarios:
el almuerzo con chistes,
las espaldas echadas sobre la arena,
las miradas volubles que pronunciarán el final del día,
que dirán que toda excursión después de las muchachas
era un embate clandestino,
una fuerza extendida sobre la tarde
que progresaba sola, erigida
sobre días interminables.

lunes, 17 de octubre de 2011

Hacia el tiempo de Ulises


Aparición. Javier Clavo.

Recuerda el ruido del viento
en el inmenso espacio
de aquellos mundos microscópicos.
Veíamos inmóviles ―colmadas las sienes de música―
lentamente vibrar aquella luz
ardiendo en las raíces
—el bosque inscrito en su ascensión de agua―
mientras, la frente de los pinos
sudaba absorta devorando el aire.
Quizá el vacío sueñe
en la marea azul que mueve el cosmos
volver abrasado despacio,
moribundo crecido en ti.
La exención de mis ojos
no espera la negrura de otro ser,
su osamenta de arena, su tiempo de salitre.
Se colma en esta vida mi pupila.

Y como aquellos montes,
sentir arder las crepitadas carnes
adentro de los huesos,
muy atrás de los años,
en el pulso excitado,
en la piedra perpetua de las horas,
hacia el tiempo de Ulises;

el continuo retorno de la sangre
que se ciñe a la piel arrostrando a los dioses,
―la injuria de sus límites.

domingo, 16 de octubre de 2011

Ciclos


 The Cowshed. Marc Chagall.

¿Qué barro volverá sobre sus partes?
Quién librará tu nombre más allá de las dunas,
donde la espuma es
todas las cosas blancas.

En la revelación
todo fluye infinitamente hacia lo otro;

sin límites, el agua del canto se abre
y se sienten romper las piedras de la vida;

sin límites, larga la piel, se transparenta ciega
hasta el otro amor, toca la otra piel,
los otros ruidos que los labios sangran.

Agua. Humo.
Arraigar. Regresar. ¿Para qué? ¿Para quién?
La inmovilidad es la muerte;
se nutre de las formas que vuelven a sí mismas.
La luz que deviene en la luz primera
no es más que un delirio que el ojo sofoca.

Consumiste la sombra de mi cuerpo
por eso el espacio se inclina,
la carne dice
basta, no me acaricies,
no estoy,
no soy;
previamente tendrás que concebirme
y más tarde aprenderme.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Como si fuese la vida

Grupo de gente al Sol. Edward Hopper

Yo soy el que he tocado el sol, la rosa, el día,
y he creído que soy capaz de morir.
Valente

A modo de existencia
la mañana aparece
como extirpada de una costa antigua;
en sus orillas siempre empujan las olas.

Entra al mar al compás del canto vivo,
sin arreglos de espuma, en tumulto,
con la muerte partida en dos.
Tendrás que abrir la carne, sus ruegos, sus miserias,
con toda la sangre a caballo,
en soledad,
como una piedra sola.

Ten compasión de aquel viejo navío,
inútil como un pan sin vida;
comprendes a veces tan poco…
a ti incumben estos objetos
que descansan testimoniales como epitafios de la pérdida.
Tú ni siquiera ves la cicatriz.
Cumples el rito de la nieve en la hierba
o de la de la sombra en la pupila,
y si puedes, desgajas alguna voz del cielo,
alguna lágrima gastada
cuya humedad es parecida a la pena.

Después del último relevo
creíste percibir la claridad
pero todo se muestra igual que siempre:
cinco cuchillos han partido el agua
y once gallos acogen
desgañitados
los muros firmes de la tarde.
Solamente tú eres apto para morir,
y lo otro, los otros,
siempre permanecen posibles
frente a unos ojos de mirada fija.

Echémonos fuera de esto,
mercaderes de tiempo sin fronteras
y con todos los crímenes presentes.
Entre tú y yo irrumpe mi hombro
y luego toda la posibilidad del brazo.
Entre tu y yo penetra voraz la cabeza del ángel,
cuerpo aquí de mil nadas, ya en el aire,
y aire arriba reposando sus flores.

Trágicamente todo se aviene a persistir
cuando el vacío proclama su residuo
como el cristal revela
el ensueño glacial que nadie habita.

lunes, 10 de octubre de 2011

He cogido la manzana que mi hijo me lanzó

City Lights. Hiro Yamagata.

He cogido la manzana que mi hijo me lanzó;
exacta, sin rebote, fue directa a mi mano.
En la tectónica de la serenidad siempre puede sobrevenir
una gran erupción generadora de espacios nuevos;
la explosión de un sistema nervioso inescrutable como el universo
o el laberinto de un naufragio.

Los frentes del amor concretan el calidoscopio de una mirada explícita
cuando la carrocería de un objeto asoma desde sus cauces múltiples.
Luego, desaparece como un disparo
o como una pureza desmedida que se transforma en carcajada.

Yo os digo que hay una desnudez superior a la del hueso limpio;
es la fidelidad salvaje de la ternura,
la ceguera blanquísima en un oscuro resplandor,
lo intenso de la aorta inmediata a la sístole ventricular;
la entrada, hasta el encandecimiento, en el fuego de la inocencia,
esa insondable impresión que gira alrededor de un grito operístico.

sábado, 8 de octubre de 2011

En los campos de Jazz

John Coltrane, Cannonball Adderley, Miles Davis y Bill Evans. Sesiones del "Kind of Blue"


En el Cool

a Miles Davis y su quinteto
a Kind of blue

Yerba purpúrea en los campos de jazz.
Coltrane, con esbelto oleaje, lanza sus venablos metálicos.
Las bacantes vierten sus cuerpos
a la sabrosa, dulce esencia astral.

El saxo es un río de eufórica avenida;
azul de tanto cielo indómito.
Ah… los tímpanos aventados, navajas fulgurantes,
retratos de sudor en las aceras…
universales vigas de sonido.

¡Ea, solsticio cálido!
Color, Helios espléndido
en vecindades sin demora!
¿Quién eres? ¿Frugal ímpetu?
¿La inflamada mejilla de un saxofón febril?
¿Tibio tendón de bronce?
¿Una sien de doradas nieves?

Con la proa a un futuro vertido de ginebra,
mi copa es un oasis de vida traspasada.
Asumo la linguada ascensión de este ritmo
que bracean John Coltrane y Miles Davis
—dos cangrejos chiflados en astros de mercurio.
Ya estoy en más espacio que el que soy.
No son mis pies frontera al infinito.



En el Blues

a Robert Altman
a Vidas cruzadas

La palabra de lujo

―voces de oro en los anillos.
El alma rompe en penas
que fulguran como diamantes verdes en el agua.
El saxo toca el resplandor
―las notas recortan el aire como vidrios rotos,
punzantes… homicidas.

Veo el río tranquilo.
Siento su cara negra dormitando.
Siente el Sol como un arma
quemando sus culatas lentamente.

El niño ha muerto.
Un chelo llora en la ciudad,
llora en otras ciudades,
y ahora es este blues,
el humo de otro suicidio.

martes, 4 de octubre de 2011

Permanencia

Pepe y Eugenio en Cáceres

"Del padre al hijo voy yo”


I

Circunscrita en el óvalo del rostro
mi imagen sube a ti desde un fondo impreciso.

Sucumbiré en el hálito de tu palabra.

En tu mano quema mi mano.
En tu espalda nadan mis peces.

Me extinguiré en la llama de tu piel.

En la nitidez de tus ojos
anidarán
las luces de todos los nuestros.
Los que han sido antes que tú.

Me consumiré en ti,
pero persistiré en el calor de tu palabra
y en el resuello de tu piel.

II

Al vacío me asomo de tu pupila vasta,
toco el aire en tu rostro ―flor azul de la aurora.
Toco musgo cerrado que brota sin demora
en la extensión del pecho; tiento carne entusiasta.

Llena, sublime ser, el mar iconoclasta,
la sed voraz del tiempo, el perfil de su eslora.
Retarás el engaño, cosecharás su flora,
el hastío en el páramo, el reto en la subasta.

Común entre las máquinas, hallarás la ternura
en el frío dolor de las orcas suicidas.
Tuyos serán los vientos que esparcen los molinos,
la sed de las cromátidas en la piel encendidas.

Eres la evocación de una incierta aventura
―bálsamo de azahar en todos los caminos.