miércoles, 28 de septiembre de 2011

La serpiente

Danger dans l'Escalier. Pierre Roy

Yo represento el exterminio.
En mí, se espesan,
ya irreparables,
todos los días que no han sido.
Estoy llegando a la certeza de que el mundo no existe para nadie.
Tienes gestos en el aliento, o en el deseo,
pero todo tiende a un final curvado,
donde el infinito se abre y nos atrapa como un desperdicio
mientras un magma en ti enfría lento
y fecunda la tierra
−una materia,
un pasado realmente consistente−.

El paisaje que miramos se hace sentimental;
la vida indigente esgrimiendo sus delirios,
el vaso de sudor en todo tiempo compartido.
Qué aterradora, de repente, la perentoria ruta.
La memoria se alza como una sangre coagulada,
ese despojo
de los designios aplazados.
Un lastre de negruras irreductibles
se deslizan en una niebla
que se parece a la melancolía,
porque allí brotan los ensueños de la emoción
porque la surcan barcos imaginarios
en cánticos que suenan bajo el aguas.

Cada ley me atestigua con obstinada (declinada) certidumbre.
La mirada extensa y blanquecina como una azotea larga,
blanca, que se nutre de un Sol perpendicular.
Los labios se desangran sobre otros desesperados labios;
dos lechos de azúcar sorprendidos en el instante de la crema;
dos mundos pendulares cuyos destellos tienen la magnitud de la vida.

Hay un hermético animal que saquea tu piel;
la serpiente de aquel laberinto de impureza.

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