domingo, 23 de septiembre de 2012

El tedio


City roofs (Edward Hooper)

Se despertaba muy lentamente
cuando la noche aún semejaba un gigante dormido.
Después, entornaba los párpados permitiendo la vida
y esas nubes triviales
que enfrían la mañana,
como una procesión de piedras pronunciadas con elegancia,
como ese primitivo amor a la unidad
en su imagen más pura,
aquel que en sus manos sostiene
todo el peso del tedio.

Leía libros con sabor a humus
… a tierra.
Las palabras se reflejaban en un vuelo sin despedidas;
se silenciaban a la vez, ensimismadas.

El ojo inmóvil implorando amor,
convaleciente y vírico,
referido a un recelo esencial y provocador,
agrio como el pulmón de un espejismo,
flemático como un desierto
con sus camellos secos.

El pozo, el gran pozo y el retroceso a la desolación,
al color de los ciegos,
al agua seca de los espacios siderales.

Seis toneladas de pensamientos
no alimentarán ni una sola idea de la muerte,
ni una sola idea de la inmensidad vacía de un cadáver.

¡Dios, qué inocente y simple es la muerte!
Es como un pájaro que de repente desciende sobre un charco,
bebe en dos picotazos rápidos
y luego se dispersa anónimo en la gran migración.

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