martes, 16 de abril de 2013

Los cuerpos vivos

Las señoritas de Avignon. Pablo Picasso

Muere en los cuerpos vivos el purpúreo filo,
la antorcha solitaria de un espacio quebrado.
Yace en los cuerpos vivos el astro derrumbado
de confuso sabor a cosmos intranquilo.

Vierten los cuerpos vivos extracto de berilo,
desperdicio impaciente de bólido apagado.
Los cuerpos vivos abren un borde deshuesado
―el dolor de la médula de un caos en sigilo.

Es el cuerpo instantáneo la transacción hostil
que acrecienta en la piel un tacto quebradizo
―el barro del placer, ciego afán taciturno.

Todas las manos saben del delirio nocturno,
del tejido templado al fuego de un hechizo
que encandece los cuerpos de pálpito sutil.

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