jueves, 17 de marzo de 2011

La huella antigua


En todo hombre hay una intención que no puede nombrarse,
un rapto de la idea cardinal, un bebedizo...
... el poema, la huella antigua,
esa extraña provocación.
Es entusiasmo.
Es un abismo del significado animal.
Es una voz
de profundas mitologías
.... insólitos requerimientos.
Envuelto en llamas
se expulsa lo voluminoso del mundo imaginado,
la ineludible gravedad del tiempo,
su espacio diferido.
Sus hijos se averiguan frente a frente.
Se muda la verdad de su expreso veneno.

¿Es de paz la precaria luz que la palabra oculta?
¿Es música su voluntad?
¿Habéis medido alguna vez sus longitudes?
¿cuál es su andadura?
Su frío, ¿es visible?
¿posee un poco de lujuria o de amor en los labios?

Tienes que inventariar malabarismos de experiencia,
para exprimir todo el ladrido de los perros,
o vislumbrar el ruido alto de un pájaro sin nombre.

Marchó un poeta por el pensamiento,
por el confuso territorio en el ensanche de las cosas,
por su flanco circunstancial;
el de los primitivos frutos o la esencia deshabitada.
En una apoteosis de la clarividencia,
quizá sus primeras ideas nítidamente míticas
fueron el hambre, el miedo
y unas irrefrenables ganas de poseer.

J. J. M. Ferreiro

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