martes, 15 de marzo de 2011

Fiebre de barcos


Mientras mis labios mojan las ofrendas,
las arterias de mi ventana
abren la imagen surreal del mundo.
Un terso espacio alza el vuelo,
acrecentando un cuerpo de infinitas carnes y murmullos plegados.

Una sola y extraña sangre se estremece en los laberintos;
sangre sola que grita siempre turbia,
urgente paso como ira por las venas;
sangre intacta, jamás comunicada,
siempre sola… extraña.

¿Hacia dónde vas cualquier cosa,
cántico del azar?
¿Quién recordará los cauces de tus manos?
¿Qué se urdirá con tu última memoria?

Ah..
si tu ojo pudiese latir todo el sol al revés
como una luz redonda que envuelve a la luz misma.

Yo recuerdo los dedos carnosos de mi padre
y su cuerpo doblado en una reja
jadeando leprosa de sus reos.
Había algo en su denuedo,
algo como una fiebre de barcos,
algo como si fuese una vasija demacrada
o una avidez insatisfecha.

J. J. M. Ferreiro

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